-Es que a cualisquiera se le escurren los dátiles en esa faena, por más que no es fácil, porque lo que es el niño sabe más que Lepe.
Acuérdate de lo que he luchado, acuérdate de mis sufrimientos..., y en vez de nacer aquí, dígnate nacer en otro lugar oscuro, horrible, desolado...: el corazón de mi padre, Orso Amadei. Halagando
el Niño con sus manecitas el rostro de la penitente, la miró lleno de tristeza.
Emilia Pardo Bazán
Artista por instinto, con el andar rítmico de las grandes solemnidades, con un sentimiento de la actitud que sólo él posee en grado tal, Pío IX se acerca a la cuna, junta las manos de marfil, eleva al cielo un instante los ojos, como si se invocase la presencia de Dios; se arrodilla, se abisma y los paños de su cándida vestidura se esparcen esculturales y clásicos cual los plegados de alabastro de un ropaje de Canova.
El Niño, el Bambino, duerme desnudito, color de rosa, reclinado en su rubio colchón de sedeña paja.
Emilia Pardo Bazán
El tirano se ató una soga al cuello, recorrió descalzo las calles de la ciudad, pidiendo perdón a los habitantes, y, apoyado en un bastón, se alejó lentamente. Nunca se volvió a saber de él. ¡Dichosos aquellos en cuyo corazón nace
el Niño!
Emilia Pardo Bazán
Y diciendo esto, cogió el Niño de la Vitola a su amigo por el brazo, y ambos se dirigieron con paso rítmico y acompasado contoneo hacia el hondilón más famoso del barrio de Lagunillas.
Pero algo en la forma o en el movimiento de aquel objeto, algo torpe en su andar, le dijo que no era un oso; el miedo refrenó la curiosidad, y el niño se detuvo.
Sabía que
el Niño puede proteger al que le implora, y que a la tía Carmela, guardiana del corral, en más de una ocasión
el Niño la sacó de graves apuros.
Emilia Pardo Bazán
Caía, pues, la cresta; entornando los ojos bajo la azul membrana que los protegía, el pavo se acercó a la urna en que
el Niño vestido de rancia seda blanca, alzando en la diestra su mundillo de plata que tiene por remate una cruz, derramaba la gracia de su faz riente y la bondad de sus ojos de vidrio sobre la pobre casa y sus moradores.
Emilia Pardo Bazán
Y
el Niño, recordando que Francisco, el de Asís, miró como a hermanos inferiores a los irracionales, sintió un movimiento de simpatía hacia la gallinácea destinada a saciar la glotonería de los humanos, y quiso atender a su súplica.
Emilia Pardo Bazán
Mas cuando supo lo que pedía el pavo, la manezuela regordeta que ya iba a bajarse concediendo, se alzó otra vez, y en el lenguaje del misterio,
el Niño dijo al pavo: -Pero ¿tú has pensado bien lo que solicitas?
Emilia Pardo Bazán
La mirada de la esposa de Revenga se fijó, nublada y húmeda, en el Belén, y la luz de la estrellita, colgada sobre el humilde Portal, la atrajo hacia el grupo que formaban
el Niño y su Madre.
Emilia Pardo Bazán
Y la tarde del día 24,
el niño, más amodorrado que nunca, se quejaba mansamente de frío, a pesar de la gran chimenea, en que ardía alta hoguera de leña seca, cuyas llamas regocijaban y derramaban suave calor.
Emilia Pardo Bazán