Hoy leemos una historia de cómo es que las escuchas telefónicas hay ayudado a capturar presuntos delincuentes; y en otras ocasiones hemos visto cómo es que las cámaras que nos vigilan sirven para identificar crímenes y criminales.
La inseguridad y el miedo nos hacen pensar que orejas y ojos por todas partes sólo les sirven a los buenos para identificar y combatir a los malos; pero la historia nos enseña que eso no es así.
En el siglo pasado y con anterioridad, las colas con orejas eran los agentes encargados de seguir a los ciudadanos sospechos de oponerse a los regímenes autoritarios y totalitarios, eran colas porque los seguían y eran orejas porque su misión era escuchar lo que decían. También podrían haber sido colas con orejas y ojos. Hubiera dado igual.
Ahora -porque no es evidente que toda clase de regímenes usan orejas y ojos electrónicos para controlarnos- pensamos que sólo sirven para vigilar a los malos. Se nos olvida que no siempre es que los buenos están en el poder, se nos olvida que no sólo los buenos están en el poder, y se nos olvida que el poder tiende a corromper y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Ojos y orejas por todas partes (electrónicos, o no) contribuyen a que le poder absoluto sea absoluto.
¿Dónde y cómo te vas a proteger, cuando tengas que combatir a la dictadura, si nunca cuestionaste que fuera bueno, o no, poner ojos y orejas en cada esquina?
¡Por supuesto que no cuestiono la utilidad de los ojos y orejas! Sólo digo que la inseguridad y el miedo nos hacen concederles a los políticos y funcionarios poderes e instrumentos formidables para aplastar la libertad. Y creo que ese es un problema que deberíamos resolver, antes de que sea demasiado tarde.
¿Te imaginas qué nos espera si permitimos ojos y orejas por todas partes y encima no limitamos el poder político? Quizás películas como 1984, Gattaca, V for Vendetta, o Twelve Monkeys, pueden darte ideas.