
El atleta Erick Barrondo, un marchista de 21 años, es el primer guatemalteco en obtener una medalla olímpica al llegar en segundo en la prueba de 20 kilómetros detrás del chino Ding Chen. ¡Chispas!, que emocionante es ver la secuencia de fotos por Ricky López Bruni y las expresiones del campeón al darse cuenta de su éxito.
Barrondo es, sin duda, la crème de la crème; porque el sólo hecho de llegar a las olimpiadas es consecuencia de una vida de excelencia…¡no digamos si se obtiene una medalla en aquellas competencias! Excelencia, por cierto, es una calidad superior que hace a las personas dignas de singular aprecio y estimación. No se consigue lo que obtuvo Barrondo si sus actuaciones no son de una calidad elevada, y sin situarse habitualmente por encima del promedio. Lo hermoso de las olimpiadas y de los campeones olímpicos es esa celebración de la excelencia que uno no puede sino admirar y respetar.
Hay diecinueve deportistas chapines en Londres y seguramente ninguno de ellos habría podido llegar allá -y menos obtener una medalla de plata, como Barrondo- sin ejercer habitualmente virtudes como el entendimiento, la prudencia, integridad, determinación, laboriosidad, orgullo, perseverancia, fortalecimiento, confiabilidad, responsabilidad y serenidad, entre otras. A nosotros jamás nos despertó el sol. Cada día, lo fuimos a buscar. Y lo encontramos, dijo el campeón.
Se dice que su éxito ha implicado sacrificios; pero eso no es cierto. Sacrificio es dar algo de mucho valor a cambio de algo de poco valor; y es evidente que ese no es el caso. Me parece que Barrondo valora mucho su éxito, valora sus logros y valora su crecimiento personal, aunque lo haga con la sencillez que sólo la bonhomía puede dar.
Barrondo es un campeón de talla olímpica y yo, emocionadísimo por el éxito de este joven atleta, le deseo lo mejor en su vida. En ese contexto no está de más recordar que, para Aristóteles, una persona que ejecuta, o alcanza su función propia o esencial es aquella que se desepeña bien, o de forma excelente. De acuerdo con el estagiríta hay un propósito que deseamos por sí mismo en todas las acciones que ejecutamos y a ese objetivo le da el nombre de eudaimonia, que no es otra cosa que felicidad.
Tu triunfo es tuyo, Erick. No dejes que te lo quiten, o te lo disminuyan. No es de Guatemala, ni de los guatemaltecos. Puedes dedicárselo a otros -si quieres-; pero nadie tiene derecho a reclamártelo. Ni siquiera los tributarios, porque su contribución fue forzada.
¡A Erick Barrondo le deseo que sea feliz!
La foto es por Ricky López Bruni.