Escaso, de vida apartada y difícil de avistar, este pajarillo cae bien a quien logra descubrirlo. De talla pequeña, entre 15 y 17 centímetros, figura rechoncha y plumaje gris con alas negras y rojas salpicadas de manchas blancas, es al levantar el vuelo cuando el treparriscos se convierte en una de las aves más llamativas y hermosas de la fauna ibérica.
Al abrir las alas, sus plumas se transforman en un espectacular traje de ribetes carmesí y negro moteado de blanco. Unido a su volar espasmódico e impredecible, hace que el ave parezca una enorme mariposa.
Residente en acantilados y paredones de las montañas, el nombre de este pájaro está determinado por su comportamiento. Inquieto, se diría que en ocasiones frenético, recorre las risqueras verticales gracias a sus poderosas patas, en busca de insectos, arácnidos y demás invertebrados rupícolas, que constituyen su alimento. De hecho, y antes que por su habilidad escaladora, esta dieta ha determinado que en algunas zonas montanas sea llamado arañero.
Por concluir con sus nombres, el taxón científico de esta paseriforme, Tichodroma muraria, de igual modo señala sus hábitos trepadores. Procede de las palabras griegas teikhos, que significa pared, y dromos, corredor.
La Sociedad Española de Ornitología, SEO/Birdlife ha elegido al treparriscos como 'Ave del Año 2025', por su cada vez más escasa población y por las amenazas que se ciernen sobre sus hábitats montanos. Han disputado al treparriscos tan dudoso honor dos aves igualmente amenazadas: el ruiseñor pechiazul y el gorrión alpino.
Esta nada recomendable distinción quiere llamar la atención sobre la alarmante situación que sufren determinadas especies. Iniciada en 1988, hasta la fecha la han obtenido 36 aves. El treparriscos sucede al avetoro común, enigmática garza considerada en peligro critico, que fue galardonada el año pasado, y al aguilucho cenizo, rapaz igualmente en vuelo hacia la extinción, en 2023.
SEO/Birdlife estima que en España quedan entre 1.200 y 1.800 individuos. "Se trata de una población fragmentada y dispersa en la cordillera Cantábrica y Pirineos, que ocupa su área más occidental dedistribución en Europa", señala Jorge Orueta, responsable de Conservación de Especies de la Sociedad Española de Ornitología.
Fuera de España, habita las montañas de Eurasia. Se estima que la población europea se sitúa entre 26.000 y 96.000 adultos. La Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, UICN, señala entre medio millón y millón y medio de ejemplares en todo el mundo.
Son rangos excesivamente laxos, que suponen uno de los más graves inconvenientes que se ciernen sobre nuestro pájaro escalador. La falta de estudios más exhaustivos impide conocer con exactitud cuál es su grado de amenaza.
La amplitud de la distribución del treparriscos, unido a la escasa población y a que se trata de una especie de hábitos especialmente crípticos, supone una dificultad enorme para su estudio y su tendencia poblacional. "Vive en un hábitat muy especial, con grandes desarrollos verticales y de difícil acceso, un territorio muy abrupto que es prácticamente imposible mapear", explica Orueta.
Difícil de avistar
Circula entre los pajaritólogos una leyenda nacida de la dificultad de su avistamiento. Refiere la primera vez que se observó un treparriscos en España. Fue cuando unos ornitólogos circulaban en todoterreno por las montañas de Picos de Europa. Un ejemplar se metió dentro del vehículo. Cerraron las ventanillas para que no escapase y, solo entonces, pudieron comprobar que se trataba del esquivo pajarillo.
Los expertos señalan que el cambio climático incide sobre la especie. "La subida de temperaturas determina la presencia de los insectos de los que se alimenta, que se desplazan hacia condiciones más favorables. Esto hace que el treparriscos también lo haga".
En España, territorio especialmente afectado por dichos cambios, su presencia se ha reducido al máximo. "El treparriscos, junto con otras aves alpinas, se han retraído a las áreas altas y las gargantas y desfiladeros más frescos de las montañas del norte de la Península" subraya Orueta.
Sin ser una especie migratoria, el treparriscos realiza desplazamientos. Tanto en altitud, desde los 3.000 metros de la alta montaña hasta prácticamente nivel del mar. Estos movimientos han permitido avistar ejemplares aislados en lugares tan alejados como las provincias de Guadalajara, Castellón y Murcia e, incluso, en la ciudad de Salamanca, donde hubo un nido en la catedral.
Junto con el cambio climático, el espectacular aumento de las personas que acceden a las montañas, puede ser una grave amenaza para el treparriscos. La moda que espolea la práctica de deportes de aventura, como la escalada, las vías ferratas y el barranquismo, supone una intrusión en el hábitat del ave escaladora.
En este sentido, y sin que se hayan emitido exprofeso para proteger al treparriscos, abundan en la legislación española disposiciones que limitan o incluso impiden estas actividades en determinadas áreas montanas habitadas por especies en peligro.