Ejemplos ?
El cisne presumía su pelaje de pura sangre y le daba mucha risa cuando el viento lo acariciaba, pues, decía, le hacía sentir cosquillas.
Una, sobre todo, los dejó embelesados, porque era un prodigio de hermosura, joven y rubia, y tan majestuosa como una emperatriz. Iba sentada en reluciente landó abierto, del cual tiraban dos briosos caballos de la más pura sangre inglesa.
Después había baile... ¡y qué baile! ¡El ole! Un baile español de pura sangre. La primera bailarina era ella. ¡Ella! Verla y quedarme con la boca abierta fue todo uno.
Imposible era, frente a parejo espectáculo, no darse a pensar en un sabueso bien entrenado y de pura sangre en persecución de su presa, ora haciendo camino, ora deshaciendo lo andado, anhelante siempre hasta el hallazgo del rastro perdido.
En el invierno usaba antiguos jubones de terciopelo abrochados hasta el cuello y sayas de tisú acolchadas, o de una tela fuerte que formaba al andar un ruido seco que desde lejos venía diciendo: «Ya llega doña Isabel Salgado y Peñaranda, la gran señora, noble por los cuatro costados, y de pura sangre azul».
Con este apéndice entre los muslos, somos los únicos áticos de pura sangre, verdaderamente au­tóctonos, raza valiente por excelencia y que, en la guerra, rindió los mayores servicios a la Patria, cuando la invasión de los bárbaros, cuando éstos cegaron a la ciudad con las humaredas del incendio y con el designio de adueñarse por la fuerza de nuestras colmenas.
Pura flor andaluza. Galantería maravillosa de hombre que ha pasado el Guadalquivir en su potro de pura sangre. Aquí está bien al descubierto el campo de acción de su fantasía.
En lo que a la prioridad en el tiempo se refiere, el crédito parece pertenecer a Warren, el americano -un hecho que deberían tener en cuenta los oradores callejeros, tan amigos de atacar al Socialismo por ser un artículo importado. Warren, además, proviene de la más pura sangre revolucionaria, pues desciende del Warren que cayó en Bunker Hill.
Este fiscal de pura sangre pasa por ser uno de los hombres más amables de su oficio, y no tiene menos éxito en París y en la Cámara; en la corte es un delicioso cortesano.
Barrosas y chorreadas, hoscas y bayas, overas y yaguanés, con astas largas y amenazadoras, en sus cabezas grandes; las ancas estrechas y salientes; puro pecho, poco cuarto, y con unas patas largas que más les hubieran hecho ganar un premio en las carreras que en una exposición rural, las vacas del amigo Ortiz eran, como él, de pura sangre criolla.
Martínez Vela y un cronista agustino lo relatan, y a su verdad me atengo. Hasta 1584, párvulos (mestizos o de pura sangre española) nacidos en Potosí eran ángeles para el cielo.
Todas las tardes, la hija de Bonaret veía a su ídolo, ya ceñido por el brillante uniforme, ya elegantemente vestido con chaqueta de terciopelo y calzón de punto gris, al trote de su caballo bayo de pura sangre; y sin poder detallar las facciones del gallardo oficial, la deslumbraba el relámpago de sus ojos, que al paso se clavaban rápidamente en el rostro de la niña.