Ejemplos ?
En declive, las tumbas desde el mar, cuesta arriba, bajo la niebla oían que la sombra a lo arcano del infinito sueño interrogaba en vano.
Luis volvió a la noche siguiente; salimos juntos, hablamos, hablamos como nunca antes lo habíamos hccho, y como lo hicimos en las noches subsiguientes. Todo en vano: no podíamos mirarnos ya.
El que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola, queda tendido sin respiración hasta que se cumple un año; y no puede acercarse a la ambrosía, el néctar ni alimento alguno, sino que yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos y le cubre un horrible sopor.
Es, para ellos, el colmo de la humana tristeza, y si, zurrados, retan al perverso tirano, su estoque rechinando sigue al rayo de luna que bruñe la osamenta y la atraviesa en vano.
Y en ese momento, claras y distintas, sonaban en la canoa algunas gotas. Subercasaux alzó los ojos, buscando en vano en el cielo una conmoción luminosa o la fisura de un relámpago.
Se hallaba ahora bien, perfectamente bien, descansando.- Con un supremo esfuerzo pretendió arrancarse a aquella tortura que le hacía palpar hora tras hora, día tras día, el destino de sus adoradas criaturas. Pensaba en vano: la vida tiene fuerzas superiores que nos escapan...
Pero los vigilantes del jardín no oyeron. En vano gritaban entre las ramas de los árboles del jardín, con los mismos cantos y palabras: “Se ha entrado en lo negro, se ha entrado en lo negro”, decía el uno cantando .
Nosotros quedamos vencedores, y Ramón tuvo que huir con los muy mermados restos de sus alaveses; pero no sin que antes hubiera dado muerte por sí mismo, de un pistoletazo, al que la víspera era su Teniente Coronel; el cual en vano procuró defenderse de aquella furia.
Gritánbanlo, lo azuzaban en vano con las mantas y pañuelos los muchachos prendidos sobre las horquetas del corral, y era de oír la disonante batahola de silbidos, palmadas y voces tiples y roncas que se desprendía de aquella singular orquesta.
El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás. No en vano escaparon aquéllos de su mano.
Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía. El hombre intentó mover la cabeza en vano.