Lo que sólo Romeo Lucas García pudo olvidar
Por Paola Hurtado- Guatemala, 30 de mayo de 2006
Si no hubiera sido por él, dicen unos, Guatemala habría sucumbido ante el comunismo. Por él, dicen otros, murieron las personas que luchaban por la democracia.
Romeo Lucas García asumió la Presidencia en julio de 1978, entre señalamientos de elecciones fraudulentas. Su alianza con sectores progresistas de izquierda hizo creer que representaba una nueva visión de país, una alejada de la propuesta del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), recuerda Virgilio Álvarez, sociólogo y analista, que en esa época dirigía el Centro Universitario de Jalapa.
Lucas García nació en San Juan Chamelco, Alta Verapaz, en 1924, se graduó de la Escuela Politécnica en 1949 y durante el gobierno de Kjell Laugerud fue ministro de la Defensa.
Con su llegada al poder, funcionarios de la Universidad de San Carlos, como Carlos Centeno, Bernardo Lemus y Julio Segura, aceptaron trabajar en el gobierno “porque creyeron que era un momento de apertura”, recuerda Álvarez. Meses después, cuando se acentuó la persecución de dirigentes intelectuales, fueron asesinados.
“La guerra en Guatemala hay que ganarla en la montaña y en la capital” se convirtió en la consigna del gobierno de Lucas. La oposición era el movimiento social con dirigentes de izquierda, quienes promovían que en el país debía impulsarse la democracia, no la guerra. Sus voces, agrega, eran acalladas también con balas.
La muerte del dirigente universitario Oliverio Castañeda, en octubre de 1978, marcó las desapariciones y asesinatos venideros de otros intelectuales.
“Vivíamos en un baño de sangre en el que se leía el periódico para ver quiénes eran los asesinados del día anterior, o los desaparecidos”, comentó en una ocasión Frank La Rue, entonces director del Centro para Acción Legal de Derechos Humanos (CALDH) a la BBC de Londres.
Muchas de las muertes no eran reportadas en la prensa y las imposibles de omitir eran minimizadas. Cuando Lucas accedía a hablar de ellas, sostenía que el asesinado “seguramente en algo malo andaba metido”. Siempre las atribuyó a distintos sectores.
Las ejecuciones, señala Álvarez, eran una política de Estado. “No era que Romeo Lucas revisara una lista antes de acostarse de quiénes serían asesinados el día siguiente, sino que el régimen le daba a las fuerzas toda la libertad para reprimir”, añade.
El Romeo Lucas que se veía en la televisión no era un militar tan locuaz y mediático como Efraín Ríos Montt, que le sucedería en el cargo. Lucas tenía un discurso poco hábil. Si bien en ocasiones se dirigía a las masas en q’eqchi’, sus gestos toscos y su imagen distante lo hacían parecer un presidente poco afable y accesible.
Su período es evaluado fuera del movimiento civil como una gestión “correcta, apegada al marco de la ley y de la Constitución”, dice Lionel Sisniega Otero, ex dirigente del MLN.
“Es cierto que hubo problemas de corrupción, pero hay que recordar la otra cara. Su gobierno trabajó con un presupuesto mucho menor que el de ahora y dejó grandes obras para Guatemala, como la hidroeléctrica de Chixoy, el puente de Río Dulce y la carretera doble a La Antigua Guatemala. Durante su gestión no se tocaron los fondos del IGSS, los hospitales funcionaron bien y ningún banco quebró”, hace ver.
Lucas también mantuvo el reclamo territorial sobre Belice, no permitió imposiciones políticas, mantuvo un Ejército grande y dotado, además de buena Aviación y Marina.
“Combatió a la guerrilla, pero esta empezó con los secuestros, los incendios y el derrumbe de puentes, y Lucas tuvo que responder. Naturalmente, en una guerra siempre hay muertos”, añade Sisniega, quien a pesar de haberlo criticado, lo considera “un magnífico Presidente, que se desplazó patrióticamente”.
Lucas debía entregar su mandato en marzo de 1982. Las nuevas elecciones, también arbitrarias y fraudulentas, le dieron el triunfo al general Aníbal Guevara, su ex ministro de la Defensa. Ese fue el detonante del golpe de Estado el 23 de marzo de 1982.
Casado y en Venezuela
Hasta su derrocamiento, a Lucas, de 57 años, se le conoció como un hombre soltero. Tenía una hija, Ana María, quien fue embajadora en Ginebra.
Su soltería era a menudo objeto de burlas. Muy poca gente sabía que en octubre de 1978 contrajo matrimonio en Casa Presidencial con Elsa Cirigliano, la mujer con la que mantenía correspondencia y llamadas telefónicas desde hacía más de 20 años. Cuando les permitieron salir del país viajaron a Venezuela.
Entre huelgas y paros
- Las relaciones entre el entonces Presidente y la dirigencia campesina y sindical fueron tirantes. De hecho, durante su gobierno solo una vez concedió audiencia a los sindicalistas y nunca recibió a los campesinos.
- Miguel Ángel Albizures, quien en era dirigente de los trabajadores, recuerda que debido a la crisis generada por el aumento a la tarifa del transporte urbano, los atendió en el Palacio Nacional.
- “Pedíamos una empresa única del transporte, pero nunca nos entendió”, relata. Al final Lucas prefirió conceder el primer subsidio a los empresarios del transporte. Era el año de 1978.
- Dos años después, el gobernante afrontaba la primera huelga general campesina. Reclamaban un aumento al salario mínimo que era de Q1.12.
- Pablo Ceto era un dirigente del Comité de Unidad Campesina, y señala que la huelga se inició a finales de 1979, aunque era intermitente.
- El 31 de enero de 1980 sucede la quema de la Embajada de España. Una semana después, el movimiento cobra vigor y el 23 de febrero de ese año Lucas García accede a conceder el aumento. Los trabajadores pueden cobrar Q3.20 al día. (Abner Guoz)
Sin pompas fúnebres para el general
- Debido a que los restos mortales de Romeo Lucas García fueron enterrados en un cementerio de la ciudad venezolana de Puerto La Cruz, ni la Cancillería, ni el Ministerio de la Defensa, ni el Organismo Ejecutivo han planeado actividad alguna como homenaje a la memoria del ex Presidente.
- “Es a la Cancillería y al Departamento de Protocolo a los que les corresponde este tema”, señala la vocera de la Presidencia, Rosa María de Frade. Su oficina no emitió ningún comunicado oficial.
- El coronel Jorge Ortega, jefe del Departamento de Información del Ejército, concuerda con De Frade, y explica que debido a que la familia decidió enterrarlo en Venezuela, no procede ninguna honra fúnebre en el país.
- “Lo que va a pasar es lo que ha pasado con otros ex dignatarios que han fallecido en el extranjero, sus restos son repatriados años después del deceso, mientras las generaciones en conflicto se van diluyendo”, concluyó el vocero militar. (Con información de Antonio Ordoñez)
Fuente: www.elperiodico.com.gt |