10
feb 09
Atinadas preguntas de Pepe et al, sobre ProReforma
En la entrada más reciente acerca de los comentarios de Wachik´aj sobre ProReforma, entre tres lectores surgieron interesantes dudas acerca de dos temas. Una es sobre la reputación y otras son sobre por qué es que en aquella propuesta hay una edad mínima de 50 años para ser senador.
¿Que se toma en cuenta para decir que alguien tiene buena reputación?, es una pregunta. Según el diccionario, reputación es la opinión, o consideración que se tiene de alguien, o algo; y el prestigio, o estima en que son tenidos alguien, o algo. Esa definición debería ser suficiente; pero Pepe, que la hace, añade que le gustarían ejemplos objetivos de buena reputación; y aquí, entonces, vale la pena abundar en algunas meditaciones que pueden ser útiles.
En este contexto, estimo que objetivo puede querer decir una de dos cosas: Si se refiere a que sea relativo al objeto, la búsqueda de una definición objetiva de buena reputación es inatingente porque la buena reputación se refiere a una persona, o sea a un sujeto; así que descartemos esta vía de búsqueda. Sería irrelevante que el sujeto fuera evaluado por medio de cuestiones objetivas como: si tiene un doctorado, o no; si va a misa, al templo, a la sinagoga, a la mezquita, o no; si está divorciado, o no; si sabe la diferencia entre metafísica y epistemología; si ha leído El Quijote, Hamlet, el Popol Vuh, y La divina comedia, o no; si sabe qué es un logaritmo, si conoce cuántos departamentos tiene Guatemala, si sabe usar blackberry y otras cosas parecidas.
Objetivo, sin embargo puede querer decir, también, que independientemente de todo aquello, el candidato a senador goza de la estima de sus contemporáneos, debido a su prestigio y a sus ejecutorias de las cuales sus coetáneos tienen buenas opiniones personales.
En términos metafísicos, objetivo se refiere al reconocimiento del hecho de que la realidad existe independientemente de la conciencia de quien la percibe; y en términos epistemológicos es el reconocimiento del hecho de que la conciencia de quien percibe debe adquirir el conocimiento de la realidad mediante la razón, de acuerdo con las reglas de la lógica.
En todo caso, Ayn Rand lo explica muy bien cuando dice que la mayoría de las personas “cree que el pensamiento abstracto debe ser impersonal, lo que implica que las ideas no deben tener significado, valor o importancia personal para el que piensa. Esta noción se basa en la premisa de un cierto interés personal es un agente de distorsión. Pero personal no equivale a no objetivo; eso depende del tipo de persona que usted sea. Si su pensamiento está determinado por sus emociones, entonces usted no podrá juzgar algo personal o impersonalmente. Pero si usted sabe que la realidad no es su enemiga, que la verdad y el conocimiento tienen importancia crucial, personal y egoísta para usted y para su vida, entonces, el pensamiento más apasionadamente personal será el más claro y verdadero[1]”.
Pepe pregunta que ¿de dónde sale 50 años para determinar que es la edad ideal, porque no 45 ó 55? En este tema no hay mucha ciencia, ni hay derivadas, o matrices involucradas. Opino que una razón es que a los 50 años uno tiene más ejecutorias y currículo que mostrar, que a los 45, que a los 40 y que a los 30. Otra razón es que como el término para un senador es de 15 años, al empezar su período a los 50, tendría que abandonarlo a los 65; en cambio, si empieza a los 55 tendría que dejarlo a los 70; y si empieza a los 60, tendría que dejarlo a los 75. Según Unicef[2], la esperanza de vida para un chapín, en 2007, era de 70 años; y hay que entender, claro, que ese es un promedio. A mí me parece bastante razonable lo de los 50 años porque a esa edad los que van a elegir ya pueden tener una buena idea de de qué pata cojea el candidato; y porque 65 años es una buena edad para que el senador se retire de la vida pública.
Y Pepe pregunta que ¿cuál es la edad promedio de las personas que redactaron estas propuestas? y si ¿hay alguien menor de 30 años, o de 40? ¿Por qué la página web de ProReforma, no publica las hojas de vida de las personas que aparecen como fundadores o directivos?
Yo opino que puede ser que lo de las hojas de vida sea interesante; por ejemplo, la de Manuel F. Ayau, es impresionante. Aquí puede cualquiera ver la lista de fundadores y directivos, y la mayoría, pueden ser googleados. Pero por otro lado, ProReforma debería ser despersonalizada. Creo que es una lástima que las ideas no sean discutidas en sí mismas, sino que generalmente se desvíe la atención de las mismas hacia el plano personal; y ProReforma es acerca de ideas, no de personas.
La idea de que un senado se ocupe de leyes generales y abstractas; y un congreso se ocupe de normas específicas y particulares es buena…sin importar que de quién haya sido. Es objetivamente buena porque contribuye sustancialmente a eliminar la arbitrariedad, así como la búsqueda de rentas parasitarias y eleva los niveles de responsabilidad política de los legisladores. La idea podría haber sido de tirios, o de troyanos, e igual tendría las virtudes que tiene. Si estuviéramos eligiendo candidatos, ahí sí sería útil saber hasta qué pata puso qué huevo, pero aquí se trata de ideas, no de personas.
Lo de la edad de quienes promovemos esta propuesta también podría ser interesante; pero como hay gente de 90 y gente de 20 años, pues casi que da igual. Lo cierto es que aquellos que ahora tienen 49 años, o más nunca podrán aspirar a ser senadores; mientras que los que tienen 10, 20, 30, e incluso 45 años, si podrían tener su oportunidad.
Gracias, a Pepe, a Mariana y a Carcasco por sus inquietudes que han generado estas reflexiones.
[1] Ayn Rand. Filosofía: ¿quién la necesita? Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, 2008. P. 34
[2] http://www.unicef.org/spanish/infobycountry/guatemala_statistics.html
9
feb 09
Wachik´aj, ProReforma y el tema de la edad
En los siguientes párrafos, la lastimosa crítica que el blog Wachik´aj, le hace a ProReforma hace gala de toda su miseria superficial.
Dice, el autor de W, que “sobre lo bicameral para asegurar un senado conservador de mayores de 45 años, vitalicio, y que sólo lo elijan los ciudadanos mayores de 45 años… Entonces tendríamos dos tipos de ciudadanía. ¿Acaso yo, con 26 años, que trabajo, estudio, pago impuestos, hago propuestas, fiscalizo, soy menos ciudadano que un tipo de 45 años que no paga impuestos ni hace propuestas ni fiscaliza? ¿Por qué, si somos iguales ante la ley, vamos a ser diferentes en derechos? Si yo cumplo con mis obligaciones como ciudadano debería tener los mismos derechos que todos los demás ciudadanos (como poder elegir y ser electo). Además que ponen requisitos vacíos para optar a ser senador como tener buena reputación. ¿Qué es tener buena reputación? ¿Ser neoliberal y evadir o eludir impuestos, o ser competitivo a costa de pagar malos salarios a sus trabajadores? Yo no metería las manos al fuego por todos mis colegas columnistas o periodistas o internacionalistas. No sé si ProReforma metería las manos al fuego por todos los empresarios y agentes de mercado”.
Yo de verdad sospecho que Martín ni siquiera leyó la propuesta de ProReforma. Eso explica la falta de profundidad en sus comentarios, y explica los descuidos en los que incurre. Explica, también, sus imprecisiones. Por ejemplo: W afirma que ProReforma propone que los senadores sean mayores de 45 años y que sean electos por ciudadanos mayores de 45 años. Eso no es cierto y se comprueba de forma sencilla: el texto dice que los senadores serán electos en el año en que cumplan 50 años, por sus coetáneos. Perdone usted, pero 50, no es lo mismo que 45; y si Martín fuera más cuidadoso con sus lecturas y sus juicios, se habría dado cuenta. Es cierto que son sólo 5 años de diferencia, pero uno espera que un bloguero y columnista de la talla del autor de W sea capaz de notar esos detalles.
Claro que si le dedicó 5 años de su vida a leer obras de Ludwig von Mises y de otros autores liberales; y aún así es capaz de escribir el apellido del filósofo austriaco con dos letras S, ¿por qué no iba a cometer la ligereza de confundir 45 con 50?
Dice W que los senadores serán vitalicios; ¡y miente! Miente porque está clarísimo, que la propuesta dice que su período será de 15 años y que habrán de retirarse a los 65.
El resto del comentario es un desfile de falacias y de juicios inconexos. Martín supone que porque el senado esté integrado por gente de cierta edad, necesariamente va a ser conservador; y dicha apreciación no es sino un disparate. Martín generaliza demasiado y pinta con una brocha demasiado gorda; y creo que subestima a sus lectores.
Acto seguido, espeta una pregunta que no tiene pies ni cabeza: “¿Acaso yo, con 26 años, que trabajo, estudio, pago impuestos, hago propuestas, fiscalizo, soy menos ciudadano que un tipo de 45 años que no paga impuestos ni hace propuestas ni fiscaliza?”. Para comenzar, compara peras con manzanas. El ciudadano virtuoso de 26, debe ser comparado con un ciudadano virtuoso de 50 (no de 45); porque si no es así, la comparación es inválida y el tema de la edad es inatingente. Esto es porque si comparamos a un ciudadano cívicamente virtuoso, con uno que supuestamente no lo es; lo que tiene importancia es la virtud cívica, y no la edad. Es una falacia muy rudimentaria la que ha elaborado Martín; y yo diría que está confiando demasiado en la paciencia que le tienen sus lectores.
Por otro lado, ¡Ya existen límites de edad para ciertos puestos públicos! ¿Por qué le escandaliza el tema al autor de W? Para ser Presidente de la república se debe ser mayor de 40 años y para ser ministro hay que ser mayor de 30; y si Martín fuera un poquito más serio, debería estar clamando contra aquellos límites. Pero eso es mucho pedir.
El autor de W se ahoga en un vaso con agua por este tema de la edad; por eso, veámoslo en una dimensión más ponderada. A sus 26 años y siendo un ciudadano ejemplar, Martín podría ser diputado y podría ser alcalde; y a los 30 podría ser ministro y así podría construir su carrera política para presidir la república, o para ser senador. De todos los altos puestos públicos de elección –y de nombramiento–que están disponibles; ¡sólo dos tienen requisitos de edad! ¿Cuál es el alboroto? ¿Dónde está la negación de sus derechos?
Lo de la edad, además, tiene una buena razón: a los 50 las personas ya han vivido y hecho lo suficiente como para que se noten sus verdaderos colores. A esa edad, sus coetáneos y sus prójimos ya saben si alguien es un pícaro, o no; ya saben si ha sido productivo, o no; ya saben si es digno de confianza, o no. Ya conocen su desempeño cívico, si es que lo ha tenido. Yo sé bien a quiénes de mi generación me gustaría elegir para senadores; y se bien a quienes no les encargaría nada. Y luego no hay discriminación alguna, porque todos los que lleguen a 50 años de edad tendrán oportunidad de elegir senadores, sin distinción de sexo, etnia, posición económica, ni nada de eso.
En W, su autor se alborota porque los candidatos a senadores deban ser de buena reputación. Y yo creo que, honradamente, es mejor un candidato con buena reputación entre la gente de su edad; que uno que tenga mala reputación. ¿Usted que cree? Entre la gente que usted conoce, y que pudiera llegar al senado, ¿a quién elegiría, a uno con buena reputación, o a uno con mala reputación? Yo no sé usted, pero cuando leo estas críticas de Martín, pienso que de verdad no se pone serio. Y además, ¿quién mejor que los de la generación de uno, para conocer las ejecutorias y la reputación de uno?
Y hágame usted el favor, las últimas líneas del párrafo no aguantan la más mínima prueba de lógica. En inglés, la palabra sophomoric se refiere a una argumentación arrogante, pero carente de información, o inmadura; muy parecida a las críticas de W. ¿A qué viene eso de que “yo no metería las manos al fuego por todos mis colegas columnistas o periodistas o internacionalistas. No sé si ProReforma metería las manos al fuego por todos los empresarios y agentes de mercado?” ¿Qué tiene que ver eso con nada? ¿Dónde habla ProReforma de columnistas, periodistas, internacionalistas, empresarios y agentes de mercado? ¿Estábamos hablando de edad, o no? ¿Por qué es este brinco súbito? Es como lo de los liberales, la competitividad y los impuestos; ¿a qué viene todo eso? Yo digo que esta línea de argumentación: imprecisa, llena de falacias, falta de lógica, desordenada, viceral y forzada, es sophomoric.
De verdad hubiera querido, yo, una buena discusión sobre la distinción entre leyes como normas generales y abstractas; y legislación como reglamentos específicos y concretos. Hubiera querido saber qué opina alguien con las credenciales del autor de W, acerca de por qué es que el senado debería ocuparse de las primeras, y el congreso debería hacerlo de las segundas. Pero de eso, que es de fondo: niente.
Yo digo que, ProReforma merece menos discursos de barricada y una discusión más profunda y seria. Digo que si el autor de W no tiene una propuesta (aunque asegure que las hace), sus críticas serían muy valoradas, si por lo menos tuvieran que ver con lo que está criticando. Serían más valiosas si leyera y entendiera lo que está criticando.
2
feb 09
Wachik´aj, la democracia y ProReforma
Sigo comentando las críticas que el blog Wachik`aj pretendió hacerle al proyecto de reforma constitucional ProReforma; y esta es mi tercer entrega. ¿Por qué me estoy ocupando tanto de esto? Porque W es un catálogo de los prejuicios y las superficialidades más comunes acerca de aquel proyecto; y porque es una buena oportunidad para conversar sobre un tema tan importante.
Martín, el autor de W, desenfunda su espada a favor de la democracia y dice que “democracia es el juego de diálogo entre distintas formas de ver el mundo que se someten a las urnas para ver quién convence a más ciudadanos”; y añade, sin duda refiriéndose a los promotores de ProReforma, que “eso no lo tienen claro”. W lanza, ¡otra vez y otra vez!, acusaciones infundadas.
El libertarianismo, que une a muchísimos promotores de ProReforma, tiene clarísimo cuál es el papel de la democracia; y como Martín pasó “cinco años de su vida leyendo todo lo que pudo sobre el liberalismo”, incluida la obra de Friedrich A. Hayek, seguramente recordará que el Nóbel se ocupa muy bien de ese tema.
Y yo, humildemente, escribí hace ratos unas meditaciones al respecto, mismas que voy a usar –revisadas– para esta argumentación[1]. Hace años me gustaba una frase de Tomás Mazaryk[2], citada por Vaclav Havel[3], que decía que “la democracia es una discusión. Siempre es una discusión de acuerdo y consenso, lo cual implica un compromiso…y movilizar los instintos para determinar qué tipo de compromiso es aceptable y cuál no lo es”[4].
Me gusta la frase de Mazaryk porque veo que es un contrapunto[5] útil para reforzar la definición de democracia, entendida como una buena forma pacífica para elegir y cambiar autoridades y tomar ciertas decisiones; como una forma de toma de decisiones que protege la libertad; y como una buena forma de educación cívica[6]. Esto es lo que muchos liberales entendemos por democracia, y por eso es que la apreciamos mucho, dentro de aquellos límites.
Esto de los límites es importante porque si llegáramos admitir que la mayoría puede imponerse sobre minoría, y que todo está sujeto a acuerdos y compromisos, ¿qué ventajas tiene la democracia sobre otras opciones? Si la democracia es un sistema social en el que la vida, la propiedad, y los frutos del trabajo y del intelecto de cada uno están a merced de cualquiera que obtenga el voto de la mayoría, entonces ¿para qué querríamos la democracia?
Aquí viene algo más que es útil de la cita de Mazaryk: en democracia es preciso definir qué compromisos son aceptables y cuáles no; porque la democracia sin estado de derecho es inadmisible. Pero, ¿qué es el estado de derecho? Es un sistema en el que el ejercicio del poder (incluido el de la mayoría) está sujeto a la limitaciones señaladas por la Constitución y las leyes[7]; y en el que el imperio de la ley se extiende por igual a todas las personas (sin importa su etnia, su sexo, su nacionalidad, o su clase).
Es uno en el que la vida, la libertad, la propiedad son derechos de todos[8]; y uno en el que estos derechos no pueden ser violados por los intereses de nadie (por más mayoría que lo apoye y por más compromisos que haga). Las limitaciones a las que hacía alusión en el párrafo anterior están estrechamente relacionadas con la protección de estos derechos, a los que el poder (de la mayoría, o de la minoría) no debe tener posibilidades de vulnerar sin que tenga que enfrentar consecuencias jurídicas.
En una democracia -para que sirva a la cooperación social pacífica y a la prosperidad- la ley es un medio para proteger aquellos derechos y para garantizar el cumplimiento de los contratos. La ley no debe ser utilizada para violar los derechos, ni para violar los contratos, aunque aquello sea del interés de muchos. La ley, entonces, sólo puede ser igual para todos, sólo puede ser general y sólo puede ser abstracta. La ley no debe crear privilegios de ninguna clase. La ley no debe decirle qué hacer, sólo puede decirle qué no hacer. En sus críticas, W se enreda con esto de los derechos y los intereses, tema que abordaré después.
Si no ha de decepcionarnos y si no ha de servir para que unos se impongan sobre otros, la democracia –debidamente acompañada por el estado de derecho– no sólo puede ser una forma pacífica de tomar decisiones, sino que debe tomar en cuenta la protección los derechos de todos; incluidos los de la mayoría más pequeña de todas, que es el individuo.
A W no le gustó una frase de ProReforma que dice que “el sistema actual permite que gobiernos populistas con retórica paternalista lleguen al poder”; y, como Perogrullo, descubre que “si ganan partidos que se dicen de izquierdas en elecciones democráticas, es porque los que son de derecha perdieron”. También descubre “que populismos hay de derechas y el mejor ejemplo es El Salvador con Arena”; para luego incurrir, otra vez, en la manía de no argumentar lo que los promotores de ProReforma decimos, o hacemos, sino criticar lo que él dice que los promotores decimos, o hacemos. W pregunta que si los promotores de ProReforma prohibiríamos “que la izquierda paternalista participe, o que si participa y gana no pueda actuar”.
Repito que argumentar así arrastra el nivel a la conversación. ¿Notó usted que el texto de ProReforma no hace alusión a la izquierda que menciona W? ¿Notó la manipulación? A los promotores de ProReforma nos incomodan los gobiernos populistas con retórica paternalista, ¡de izquierdas, o de derechas!, y si W no fuera tan manipulador en sus críticas superficiales, les hubiera ahorrado a sus lectores tiempo y esfuerzo alrededor de una idea que él pretende colgarle al proyecto, y que el proyecto no tiene por ninguna parte. ¡En una buena argumentación, no se debería valer eso que hace Martín!
Ahora bien. Esa incomodidad que muchos tenemos contra el populismo paternalista no sólo tiene que ver con su naturaleza engañosa. Tiene que ver con el hecho de que las experiencias en donde este ha sido puesto en práctica, demuestran que los gobernantes populistas y paternalistas usan la democracia para hacerse del poder y luego no dudan en arrasar los derechos individuales de las personas en nombre del interés nacional, del interés de clase, del interés de la etnia, del interés del partido, o del interés general. Dígame, usted, si no. Así fue en la Alemania nacionalsocialista y en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Así es más cerca y ahora, en lugares como Venezuela y Nicaragua, en donde críticos inflamados, como el autor de W no serían tolerados por los regímenes democráticos de turno, si las críticas se opusieran a los designios de quienes ejercen el poder.
Próximamente, como lo comenté arriba, abordaré el tema de los derechos y los intereses, en el que W hizo piruetas y se somató.
[1] Luis Figueroa, ¿Caballo de Troya?. http://www.eleutheria.ufm.edu/, Primavera, 2005
[2] Tomás Mazaryk fue el primer presidente de Checoslovakia (1918).
[3] Presidente de Checoslovaquia y luego de la República Checa (1989).
[4] Sondra Myers. La democracia es una discusión. Connecticut College, Connecticut, 1997. P. viii
[5] En música, el contrapunto es la técnica de composición que combina diferentes líneas melódicas con coherencia armónica.
[6] Friedrich A. Hayek. Los fundamentos de la libertad. Unión Editorial, Madrid, 1978. P. 148-150.
[7] Leyes como normas generales y abstractas, claro; y no como reglamentos particulares y específicos.
[8] Si quiere saber por qué es que los derechos son estos, y no otros, vea http://www.isil.org/resources/introduction-spanish.html
30
ene 09
Wachik’aj, las ideologías y ProReforma
Sigo comentando las criticas que el blog Wachik’aj le hace a ProReforma; y otro tema que abordó Martín es el de las ideologías.
Curiosamente, Martín se queja de que los chapines no estamos acostumbrados a debatir los argumentos; pero su exploración sobre el tema de las ideologías se pierde en distracciones y ofensas. Por ejemplo, cuando acusa a los promotores de ProReforma de mentir y de engañar, y hasta de algo tan absurdo como de querer ocultar que muchos de nosotros somos libertarios. ¡Esto es el colmo!, porque aunque yo no voy hablar por los demás promotores de ProReforma, ¿quién ignora que soy libertario? ¡Yo presumo de ser libertario! De hecho, hace ratos le tuve que explicar, a Martín, las diferencias entre los neoliberales y nosotros los libertarios.
Martín abusa, porque ¿por qué es que gente como Manuel F. Ayau iba a no aceptar que es libertario? ¡Hasta las piedras saben que Ayau, y docenas de promotores de ProReforma somos libertarios, paleoliberales, liberales clásicos, objetivistas, austriacos, u otras cosas parecidas! Martín abusa cuando clama: “Mentira. Acepten que todos son libertarios. No engañen”. Abusa porque trata de cuentearse a sus lectores, haciéndoles creer que los promotores de ProReforma hacen y dicen, lo que sólo él dice que hacen y dicen.
W se queja de que los chapines no estamos acostumbrados a debatir argumentos; pero, por Dios, si eso no le gusta (y yo comparto su disgusto), ¡que no lo haga él! ¡Que discuta argumentos, y que se deje de falacias ad hominem! Usted perdonará que le dedique tantas líneas al tema; pero aunque este tipo de recursos ofenden a la inteligencia y arrastran el nivel de las discusiones, vale la pena ocuparse de ellos para ponerlos en evidencia.
Ahora entremos en materia.
Es totalmente cierto que los libertarios et al defendemos la vida, la libertad y la propiedad; es cierto que sostenemos que el poder del estado debe ser restringido; es cierto que no aprobamos que leyes concretas y específicas violenten aquellos derechos y la esfera de acción privada de las personas. ¿Con qué está, usted de acuerdo?
Pregunto, porque ¿cómo sería una sociedad en la que la vida, la libertad y la propiedad de las personas no fueran respetadas? ¿Le gustaría, a usted, vivir en una sociedad así? ¿Le gusta, a usted, vivir en una sociedad así?
Pregunto, porque lo de las leyes tiene que ver con algo que usted tiene que decidir. ¿En dónde prefiere vivir, en una sociedad en la que usted pueda hacer todo lo que desee, excepto aquellas cosas que por ser violatorias de los derechos individuales estén prohibidas por la ley; o en una en la que usted sólo pueda hacer lo que está permitido por la ley, aunque lo que vaya a hacer no viole los derechos de nadie? De esto se trata la distinción entre normas generales y abstractas, frente a las que son específicas y concretas. ¿Prefiere vivir en una sociedad en la que las leyes prohíban y castiguen las conductas criminales y el fraude; o en una en las que las leyes controlen, dirijan, especifiquen, y ordenen? ¿Prefiere vivir en una sociedad de personas libres, o en un hormiguero?
Yo quisiera saber qué prefiere W; porque, al parecer, su autor cree que aquellas aspiraciones libertarias son ideología. Y, ¡ay Martín!, ¿dónde están tus argumentos que tanto extrañas en otros?
Si uno va a un diccionario corriente, ideología es “la manera de pensar de cada uno[1]”; pero una simpleza así no es digna de Wachik´aj. ¿Por qué no exploramos mejor, y con seriedad, lo que es una ideología? Según Walter Scott, Napoleón despreciaba las ideologías porque, “sólo podían ejercer influencia sobre jovenzuelos de cerebro inflamado[2]”.
Dicho lo anterior, veamos dos visiones encontradas acerca de las ideologías, que sí vale la pena explorar en este contexto:
Ayn Rand explica que “una ideología política es un conjunto de principios apuntados a establecer o mantener un cierto sistema social; es un programa de acción de largo alcance, con los principios sirviendo para unificar e integrar pasos particulares en un curso coherente [3]”. En este sentido, como ProReforma es un proyecto de largo plazo que busca establecer normas que faciliten un sistema social más justo, y como se basa en principios unificadores como el respeto absoluto a los derechos individuales y a la igualdad de todos ante la ley, pues…bien podría responder a aquella definición de ideología. Sin embargo, la corriente de libertad que prevalece entre los promotores de ProReforma es otra. Ludwig von Mises, nos dice que las ideologías “son doctrinas sobre la forma de comportarse, es decir, sobre los fines últimos a que el hombre debe aspirar durante su peregrinar por la tierra[4]”.
¡Es en este sentido, austriaco, en el que ProReforma no es, ni puede ser ideología! De hecho, es en este sentido que el libertarianismo no puede ser ideología. Porque en tanto que a las ideologías les importa mucho orientar los fines individuales de las personas hacia los presuntos fines de la sociedad; al libertarianismo los fines no le interesan. Dice Mises que “puesto que nadie puede reemplazar los juicios de valor del sujeto en acción por los propios, es inútil enjuiciar los anhelos y las voliciones de los demás. Nadie está calificado para decidir qué hará a otro más o menos feliz. Quienes pretenden enjuiciar la vida ajena, o bien exponen cuál sería su conducta de hallarse en la situación del prójimo, o bien, pasando por alto los deseos y aspiraciones de sus semejantes, se limitan a proclamar, con arrogancia dictatorial, la manera en que el prójimo serviría mejor a los designios del propio crítico[5]”.
¡Más claro, no canta un gallo! Las ideologías se ocupan de los fines y del camino que ellas conocen para llegar a ellos; pero a los libertarios lo que nos interesa son los medios. Nos interesa saber si son idóneos, o no. Y ahí nos quedamos. Los que apoyamos ProReforma creemos que el proyecto es un medio atinado para conseguir una sociedad más justa, en la que cada cual pueda perseguir y alcanzar sus fines particulares, siempre y cuando no perjudique a terceros. Y ahí nos quedamos. No nos interesa imponer fines, ni señalar caminos. Eso se lo dejamos a las ideologías, de las cuales desconfiamos; y más si son totalitarias. Esto es porque como escribió Hannah Arendt “a lo que aspiran las ideologías totalitarias no es a transformar el mundo exterior o a transmutar revolucionariamente la sociedad, sino a transformar la propia naturaleza humana[6]”. Y en cambio, el libertarianismo respeta la naturaleza humana; con sus imperfecciones y todo.
En cuanto a sus objetivos, ProReforma explica claramente que “lo único que pretendemos es que impere el Derecho y la igualdad ante la ley para que todos los guatemaltecos, gobernantes y gobernados, con mismos derechos y obligaciones, vivamos en un país donde impere la paz, la justicia y la prosperidad”. ¿Está usted ideológicamente de acuerdo, o en desacuerdo con estos planteamientos? En serio…¿quién puede estar en desacuerdo?
Ah, como quisiera que este fuera el tono de las discusiones sobre ProReforma –sin ninguneos, ni falacias-. Francamente me lo disfrutaría mucho más, si el asunto se tratara de argumentos. Eso sí, con todo y todo, seguiré comentando las críticas de Martín.
[1] Rances, diccionario ilustrado de la lengua española. Editorial Ramón Sopena, Barcelona, 1976. P. 403
[2] Alberto Méndez Martínez. Fundamentos generales de la ciencia política. B.Costa-Amic Editor, México, 1972. P. 206
[3] Ayn Rand. Capitalismo: el ideal desconocido. Grito Sagrado Editorial, Buenos Aires, 2008. P. 289
[4] Ludwig von Mises. La acción humana. Unión Editorial, Madrid, 2001. P. 214
[5] Ludwig von Mises. Ibidem. P. 24
[6] Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo. Taurus Ediciones, Madrid, 1974. P. 556.
29
ene 09
Las críticas de Wachik´aj, a ProReforma
El blog Wachik´aj se ha ocupado de ProReforma; lo cual es una oportunidad buena para iniciar otra discusión seria acerca de esta importante propuesta de reforma constitucional.
Esto es, claro, si logramos quitar algo de la paja abundante que Martín dejó entre el trigo de sus críticas a ProReforma. El autor de Wachik´aj dice que se ha propuesto hacer un análisis de los principios del proyecto; pero empieza con dos costumbres despreciables que muchos chapines tienen cuando pretenden animar un intercambio de ideas: Empieza descalificando y se queda en la superficie.
W ningunea a ProReforma porque según él, “es el ideario neoliberal de una parte retrógrada de la élite guatemalteca”; y bueno…a partir de ese argumentum ad hominem, Martín hace lo que puede, y establece el tono del resto del análisis que prometió.
Dice, por ejemplo, que él pasó cinco años de su vida leyendo “todo lo que ha podido sobre el liberalismo de Hayek, Misses y Ayau”; pero uno se pregunta qué tanto ha comprendido, si ni siquiera puede escribir correctamente el nombre de Ludwig von Mises. ¡Hombre!, no es que sea un nombre difícil como Keirkegaard, o como Schopenhauer; Mises, sólo tiene cinco letras. Y no hago esta observación para hacer chanza del buen Martín; pero sí para poner en perspectiva lo que viene de sus críticas y para poner en evidencia que así se puede ir uno en una discusión, pero que así no se llega a nada bueno.
W se queja porque ProReforma dice que “no es partidista porque no buscamos el poder; no lanzamos candidatos a presidente ni a diputados”. Acierta, cuando dice que “la parte clave” de un partido político es la de servir de intermediario entre la ciudadanía y el Estado (frase que yo preferiría poner como intermediario entre gobernados y gobernantes, esto es porque todos los ciudadanos son gobernados, pero no todos los gobernados son ciudadanos). Acierta cuando dice que, en Guatemala, el sistema de partidos políticos es precario. Empero, su crítica falla cuando se niega a ver que, precisamente por esa precariedad, en Guatemala los partidos son meras maquinarias electoreras, o roscas de amigos, constituidas para llevar a alguien al poder. Eso explica que el FRG sea de Ríos Montt; que Maíz sea de Rigoberta Menchú; que el Unionista sea de Arzú; y que la UNE sea de Colom, por ejemplo. Y falla la crítica de W porque, precisamente por esa precariedad y por ese carácter electorero, no son intermediarios de nada; y sólo sirven para alcanzar el poder, o para que sus propietarios influyan en él. ¡Por eso, precisamente, es que los gobernados buscan vías alternas para facilitar la intermediación! Seguramente, el ciudadano promedio se siente más representado por su sindicato, su cámara empresarial, su asociación cívica, su asociación gremial, ¡y hasta por su mara!, que por partido político alguno. A usted, ¿qué partido lo representa?
A mí me parece obvio que se puede tener participación política, sin que esta sea partidista, y me parece evidente que los partidos sirven más para alcanzar el poder, que para otra cosa, como no sea para conseguir empleo. Por eso es que es útil destacar el carácter no partidista de ProReforma, y es útil hacer énfasis en que no es una organización establecida para ofrecer candidatos a puestos públicos.
Y a estas alturas quizás valga la pena imaginar un ejercicio: que Martín organice un partido político; pero que les diga a las personas que no es para alcanzar el poder y que el partido nunca va a proponer candidatos para nada. Que les diga a los afiliados potenciales, que su partido sólo va a ser para intermediar entre los ciudadanos y el Estado. ¿Cuántos afiliados calcula usted que va a conseguir?
En entradas posteriores continuaré comentando las críticas de Martín.