Los pipoldermos de hace cinco años se gastaron casi Q2 millones de los tributarios en sembrar bosques. Pero muchos de los árboles sembrados se secaron y no llegaron a crecer. Los árboles que sobrevivieron fueron talados por depredadores. Entre 2005 y 2009 fueron sembrados entre 20 y 30 millones de arbolitos.
Los arbolitos fueron sembrados por más de 500 mil exintegrantes de las patrullas de Autodefensa Civil, que exigía una compensación por sus servicios. Durante la administración de Oscar Berger se les ofreció el pago a cambio de reforestación dentro del fideicomiso Bosques y Agua para la Concordia (hazme el favor), que desembolsó Q1 mil 917.7 millones, por medio del Ministerio de Agricultura. El pago de Q5 mil 100 fue dividido en tres cuotas y cada expatrullero habrá sembrado entre 50 y 65 pinos y cipreses. Algunos expatrulleros dicen que no se les pagó todo y los árboles plantados están muertos.
La siembras se hicieron dispersas y nadie les dio seguimiento. En el Ministerio de Agricultura dicen que la información acerca de aquel plan no está disponible (¡Sorpresa!). Nadie regó, ni abonó los arbolitos sembrados; sólo fueron y los dejaron ahí.
La verdad es que a la gente le peló. A los pipoldermos del tiempo de Berger les peló y a los expatrulleros les peló. A los patrulleros no tenía por qué interesarles porque era un trabajo que hacían a cambio de un pago. Se acabó el pago y se acabó el asunto. ¿Y a los pipoldermos de aquel entonces? Un poco de lo mismo. ¿Quién cree, de verdad, que los políticos y funcionarios se van a interesar en algo así?
El problema, claro, no es un misterio. Se lo conoce como la tragedia de los comunes y se traduce en que lo que es de todos no es de nadie. Los bosques son de nadie y nadie los cuida. Son de todos y todos los explotan irracionalmente. Aún si los árboles son sembrados en tierras privadas, los propietarios de la tierra no tienen incentivo alguno para cuidar los bosques si no pueden explotarlos racionalmente. Todos pierden debido al colectivismo que impera en este tema.
Los bosques están tristes y yo comparto la tristeza. Cuando me gradué de bachiller, el Seminario que elegimos fue una monografía de San José Pinula. Parte de el proyecto fue el de sembrar árbolitos en aquel municipio y el Ayuntamiento nos ofreció un lugar para hacerlo. La muni mandó a cava hoyos, un amigo consiguió la donación de pinos y un día de tantos nos fuimos con todo el colegio (que era pequeño) a sembrar arbolitos.
No te imaginas la ilusión que teníamos y el entusiasmo con el que sembramos los árbolitos. Y ahora me pregunto si estarán vivos. Me pregunto si llegaron a madurar siquiera. ¿Los habrán cuidado?
Recuerdo que nos sobraron arbolitos y que mis amigos y yo les conseguimos familias aquí en la ciudad. Se que unos de ellos fueron a parar a Amatitlán y a San Lucas Tolimán. Y vi a dos de ellos bien creciditos a orillas del Lago de Atitlán. Pero esos estaban en casas de amigos. No eran de todos.
Los bosques -y otros recursos naturales- se desperdician por que casi nadie tiene interés en cuidad lo que no es suyo. Se desperdician porque son de todos; y mientras sean de todos, van a seguir siendo de nadie.