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t=() Monterrico | Luis Figueroa CARPE DIEM

Monterrico


6
ene 14

Monterrico: siempre agradable, siempre hospitalario

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Desde principios de los años 90 que voy a la playa de Monterrico y desde entonces que me gusta mucho ir allá. Primero, porque me agrada mucho la actividad de soltar tortuguitas recién nacidas al atardecer; y porque hay algo muy encantador en eso de celebrar la vida desde sus primeros momentos y desde sus momentos más cruciales.  Segundo porque hay pocas cosas tan sencillas y deliciosas como ir a cenar pescado frito a El divino maestro, un comedor que está en la calle principal de la población.  Este año cenamos pargo la primera noche, y robálo en la segunda noche.  Y tercero porque la gente es muy hospitalaria, amable y servicial.  Desde hace varios años prefiero quedarme en el hotel El pez de oro y nunca me han defraudado; además preparan un flan y unos panqueques que son de no perdérselos.

Desde hace ratos uno puede llegar a Monterrico por medio de Iztapa y el puente Verónica Michelle; pero antes, antes la única forma de llegar era por Taxisco y había que dejar el auto en la aldea La avellana donde uno tomaba una lancha para atravesar el canal y llegar a la playa.  En aquel entonces Monterrico era, de verdad, un lugar aislado y remoto donde uno encontraba refugio.  Ahora no es aislado, ni remoto, pero igual ofrece refugio.

El pueblo ha cambiado porque el turismo y los chalets han ayudado a elevar el nivel de vida de las personas.  Uno podrá quejarse que ahora hay demasiada gente; pero es injusto hacerlo porque con la gente ha llegado una mayor actividad económica y más oportunidades para el comercio y los servicios.  Todavía viví la época en que en el pueblo y en los hoteles sólo se aceptaba dinero en efectivo, y la época dorada en la que uno iba apuntando lo que sacaba del frigorífico de las gaseosas y las cervezas. Aquello ya no es así; pero la gente de esa población sigue haciendo que uno se sienta bienvenido.

Las dos noches que pasé allá nos ofrecieron cielos maravillosamente estrellados; y por si eso no era suficiente hubo fuegos artificiales. Y una noche de chelas y people watching en El animal desconocido, siempre es algo divertido.

Monterrico sigue siendo uno de mis refugios favoritos.Imagen de previsualización de YouTube


30
dic 11

De vuelta, luego de ir a la playa

Luego de dos días en Monterrico vuelvo listo para decirle adiós a 2011 y darle la bienvenida a 2012.  Me encanta la playa en fin de año, cuando no hace mucho calor y el cielo nocturno está cundido de estrellas.

Con mis sobrinos disfrutamos de Orión y sus alrededores, así como de una luna roja e intensa. Me revolcó el mar, como corresponde; y comimos muy sabroso. No vi ballenas, ni tortugas, ni cocodrilos, como en otras ocasiones; pero disfruté mucho a mi familia.


30
dic 07

Manuelita, ¿a dónde vas?


Tengo más de 15 años de ir a la playa de Monterrico y generalmente lo hago en diciembre. Me gusta esta época porque no hace mucho calor y porque coincide con la temporada de liberación de tortugas.

Estas son baules, criadas en el centro de conservación que allá tiene la Universidad de San Carlos de Guatemmala.

Durante los meses de crianza, todos los días a las 5:30 p.m. son soltadas al mar docenas de pequeñas tortugas. Y quien sabe cuál es su destino, ni cuántas sobrevivirán. Algunas de ellas, claro, volverán a esa misma playa a desovar cuando hayan alcanzado la adultez.

Lo bonito de la liberación de las pequeñas crías es que por $1.30 uno “apadrina” a una tortuguita y puede uno ser quien la suelta al mar. Cada vez que hago eso me acuerdo de una canción de que oía de niño. La canción hablaba de una torguga que cruzaba el Atlántico y se llamaba Manuelita. Y la canción decía : Manuelita,¿a dónde vas?, con tu traje de malaquita, y tu paso tan audaz.

También me acuerdo de lo mucho que me gustan la sopa de tortuga y los huevos de parlama. Esto me lleva, por supuesto, a la parte culinaria de mis excursiones a Monterrico. Para mí es impensable ir a aquella playa sin cenar pez sierra, fresquísimo, en El Divino Maestro, un comedor que queda en la calle principal de aquella población. Bien frito, con ajo y limón, un pez sierra de El Divino Maestro me gusta acompañado por un par de cervezas heladas.

Monterrico ha cambiado mucho en el tiempo que tengo de visitar esa playa; sin embargo, todavía es un lugar encantador. A pesar de los desgraciados que pasan en moto por la playa y de ya no es un lugar remoto.


30
dic 07

Se va el caimán


Ninguna visita a Monterrico, en Guatemala, está completa sin pasar a saludar a los caimanes.

Esos encantadores, y mortíferos reptiles, tienen una gran personalidad que generalmente está oculta detrás de su aparente indiferencia y de su andar sereno.

Este vídeo lo tomé el sábado cuando el cuidador procedía a limpiar el estanque de estos muchachos.










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