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t=() Odhag | Luis Figueroa CARPE DIEM

ODHAG


25
jun 08

La CIDH y…¿quién mató al Obispo?

Si yo fuera miembro de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, me compraría el libro Quién mató al Obispo y lo leería con detenimiento.

La CIDH seleccionó a cinco finalistas para el cargo de relator especial para la Libertad de Expresión, y entre ellos se encuentra Ronalth Ochaeta, ex director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala y ex embajador de la administración de Alfonso Portillo en la Organización de Estados Americanos.


19
feb 08

Van dos a dos

“Es lamentable que una persona que tenía tantas deudas con la ley no haya pagado por ellas. No tuvo justicia en el mundo, pero será Dios quien le pida cuentas”, dijo Nery Rodenas, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, al comentar la muerte del general Germán Chupina, que dirigió la Policía Nacional durante la presidencia de Romeo Lucas.

“Carmen Aída Ibarra, analista de la Fundación Myrna Mack, señaló que Chupina es el segundo de los acusados en la justicia española por delitos de genocidio, que muere sin enfrentar un juicio. El primero fue el ex presidente Romeo Lucas, quien falleció en Venezuela, en abril del 2006″.

Puestas así, las cosas, veo que el asunto va dos a dos. Sin enfrentar la justicia, y en la tranquilidad de sus hogares, murieron los excomandantes guerrilleros Rolando Morán y Rodrigo Asturias; e igualmente se han ido Chupina y Lucas.


3
sep 07

¿Quién mató al obispo? ¡Segunda edición!

La segunda edición de ¿Quién mató al Obispo?, la investigación ineludible sobre el asesinato de Juan Gerardi, por los periodistas Bertrand de la Grange y Maite Rico ya está en Guatemala.

La distribuye Artemis y es una edición española con un epílogo diferente.

En 2003, cuando salió la primera edición, esto es lo que escribí acerca de esta importante obra.

El 27 de abril de 1998 yo estaba en la Universidad de Maryland. Cuando llegué a la oficina, y abrí mi correo electrónico, me encontré con varios mensajes acerca del asesinato del obispo Juan Gerardi. Mi primera reacción fue: ¡Que brutos! ¿A quién se le ocurre matar a un obispo? Luego me pregunté: ¿A quién puede beneficiarle esta mulada? Y entonces pensé: A lo mejor no es mulada. Alguien va a sacarle provecho a esto. Acto seguido pasé vergüenza y media, tratando de explicarles a mis compañeros y maestros en qué clase de país era brutalmente asesinado un obispo.

El asesinato Gerardi nos tocó a todos los guatemaltecos y nos persigue. A mí, porque soy periodista, porque lo entrevisté en Libre Encuentro y porque vi de cerca la cobertura de las investigaciones y del juicio. Por eso, y porque se quienes son Maite Rico y Bertrand de la Grange, he esperado con ansias su libro ¿Quién mató al Obispo?

La obra es un reportaje extraordinario; en el que, como Beatriz y Virgilio, los autores nos llevan por un círculo tras otro de revelaciones perturbadoras e infernales. Es la prueba (como si hiciera falta) de que existe el mal. Pero no sólo el mal aleatorio en circunstancias extraordinarias; sino la perversidad misma, que engendra acciones deliberadas, ejecutadas por personas específicas, y dirigida contra seres humanos convertidos en objetivos. La mafia, una sobrina vengativa, militares conspiradores, curas oportunistas y corruptos, diplomáticos y funcionarios internacionales hipócritas y shutes, testigos increíbles, amigos traidores, médicos inescrupulosos, jueces venales y cobardes, fiscales serviles y funcionarios trepadores de la iglesia se mezclan en una trama horrible alrededor de sus víctimas. Trama que no sólo es espeluznante, sino que confirma que la realidad supera a cualquier ficción.

Todo el libro es un torbellino. Pero a mí me impresionaron más la conspiración familiar alrededor de los Lima; la descalificación orquestada contra el experto Reverte; la ocultación de las mordidas de Balou, la indolencia de los jueces frente a los testimonios sospechosos de los indigentes y el origen de la matrícula P-3201; las vidas sórdidas de los Hernández y los Orantes; la historia triste de Villanueva. Usted escoja, y hay más.

En medio de todo, lo que más indigna es el desafortunado encuentro de intereses comunes entre el crimen organizado y la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado [de Guatemala]. Encuentro que muchas veces ha sido pasado por alto y hasta apañado por los socialistas que hacen activismo en las redacciones y por la jerarquía de la iglesia. Yo hace ratos que soy católico de atrio; pero si fuera un católico comprometido, dejaría de dar limosnas en misa, y de contribuir con la iglesia, hasta que no sea cerrado ese engendro espantoso que es la ODHA[G].

A aquella coincidencia de intereses se le une en calidad de indigna la actitud de los jueces y fiscales empeñados en adherirse a una sola línea de investigaciones en el proceso. “No nos confundan con hechos”, parecían decir. “Nosotros ya tenemos toda la verdad necesaria”. Y con esa actitud uno no puede sino estar convencido de que este proceso ha sido corrompido y que es una vergüenza para la historia judicial guatemalteca.Claro que los implicados y sus amigos ya han empezado con la usual campaña de descalificación, a falta de hechos y argumentos. Que si los autores trabajaron a sueldo, que si son de derechas, que si esto y que si aquello. Pero lo cierto es que cualquiera que examine sus credenciales encontrará en Maite Rico y Bertrand de la Grange a dos periodistas profesionales, con largas y brillantes trayectorias en El País y Le Monde, así como en América Latina. Ambos han escrito uno de los libros más importantes sobre la historia moderna de Guatemala.

La obra hace evidente que, aunque la paz fue firmada hace años, la guerra todavía está activa. El libro le da una perspectiva necesaria a la historia reciente de los guatemaltecos y le añade elementos imposibles de ignorar. Nos desnuda a los chapines y nos debería poner a meditar profundamente. Si no ha leído ¿Quién mató al Obispo?, cómprelo, pídalo prestado, o lo que sea; pero hágalo preparado para presenciar la autopsia de un crimen y para sentir una profunda angustia. Luego, reflexione.

En la foto: Bertrand de la Grange, Luis Figueroa y Maite Rico.










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