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t=() Ciciacs | Luis Figueroa CARPE DIEM

ciciacs


17
jun 11

La CCICIG y Thalia

Hay una costumbre chapina –que talvez es latinoamericana– que me incomoda: la de suponer que si alguien no está de acuerdo con uno, es porque está involucrado en saber qué.

Cuando se discutía el tema de la conveniencia de la Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, muchos de sus promotores decían que quienes estaban contra aquella propuesta seguro que eran miembros de algún cuerpo ilegal. Cuando se discute la despenalización de las drogas, no falta quien diga que eso es de narcos. Si alguien advierte contra la monopolización de la adopción, ¿quién duda de que haya interés comercial en dicha advertencia? Si alguien escribe un libro de Historia, y cuestiona la Historia oficial, para algunos de plano que el autor está vendido.

A sabiendas de aquel riesgo, esta semana se nos presenta una oportunidad para meditar y a cuestionar. ¿A quién? A la poderosa Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que debería hallarse bajo la seguidora porque, en nota publicada por Prensa Libre, el 15 de junio, se lee que la jueza Verónica Galicia explicó que no aceptó la recusación en el caso Maskana por estar fuera de tiempo. “La CICIG intentó hablar con el oficial para que pusiera sello y fecha atrasada, y que cambiara la constancia de su notificación, pero no se le permitió. Esas situaciones provocaron que tomara la decisión de separarme de los dos procesos”, dijo la jueza. Lo que Galicia dice es que la CICIG trató de hacer que pareciera como que sí había entregado los documentos dentro del plazo de ley y así poder utilizarlos dentro de un juicio; aunque la entrega había sido extemporánea.

Cosas como esta erosionan el prestigio que sus promotores le atribuían a la CICIG. Por cosas así sus casos chuecos se han desplomado como castillos de naipes. ¿Debería, el Ministerio Público, investigar detenidamente los casos de la Comisión? Yo digo que sí; y no soy conspirador. Solo soy un ciudadano que quiere una verdadera y mejor administración de justicia. Tristemente, la costumbre citada va como aquella canción de Thalia que dice:

Parece que somos armas mortales/ Pues sin miedo mutilamos sentimientos naturales/ Destrozamos la alegría, acabamos con la vida/ Sabotajes para el alma, tropezones y apatía/ Juzgamos a todos los que encontramos/ Destrozamos sus creencias y evadimos sus razones/ Que si es guapo, pues “gay”; que si es rico es del cartel/ Que si es joven y es muy bella la cuchilla estuvo en ella.

Esta columna fue publicada en El Periódico.


2
mar 11

Atinada decisión de los jueces

La Asociación de Jueces y Magistrados rechazó la intervención de la Comición Internacional contra la Impunidad en Guatemala en la elaborción de un plan de emergencia para darles seguridad a los operadores de justicia.  Carlos Aguilar, presidente de la Asociación, indicó que no es prudente aceptar la colaboración del ente internacional, ya que en algunos casos judiciales la CICIG es acusadora y tiene a su cargo investigaciones penales que se ventilan en los tribunales.  Por su parte, Juan Ramón Lau, secretario de la Asociación de Trabajadores del Organismo Judicial, expuso que la seguridad de jueces y personal judicial debe ser una obligación del Ministerio de Gobernación, y no de la Cicig.

Muy atinado lo advertido por la Asociación de jueces ya que, ciertamente, no es prudente que la seguridad de los operadores de justicia dependa de una entidad que es parte en los procesos que tienen que resolver.  Muy atinado, también, lo advertido por la Asociación de Trabajadores del Organismo Judicial ya que el Ministerio de Gobernación es el llamado a ofrecer seguridad ciudadana.

Desde siempre, desde que se discutía la nonata Comisión Internacional de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, yo advertía que no era buena idea que los guatemaltecos abdicáran a su responsabilidad de eliminar la impunidad y la ausencia de estado de derecho.  Mi oposición a la CICIACS y a la CICIG siempre se ha basado en que es muy desatinado entregarles a otros la responsabilidad de resovler nuestros problemas.

Por eso celebro que esté pasando ya aquella etapa nefasta en la que se hacía lo que la CICIG quería y en la que a la Comisión se le permitía actuar como un tractor que pasaba sobre lo que fuera y sobre quien fuera, sin más discusiones; y que ni los jueces están dispuestos a depender de ella, ni los trabajadores del Organismo Judicial le condonen al Ministerio de Gobernación lo que es su más harta obligación.

¿Será que estamos madurando?

La caricatura es del genial Fo, de Prensa Libre.


21
feb 11

Las cuitas de la CICIG

Según mi cuate, Felipe Valenzuela, el pleito que se está librando entre Francisco Dall´anese, director de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala y su sucesor, Carlos Castresana, debe ser abortado cuanto antes.  Felipe parece sostener que los trapos sucios se lavan en casa; y aunque yo estoy de acuerdo con que esa máxima es perfectamente apropiada para la vida privada, no lo es para asuntos de interés público.

Soy, desde los tiempos de la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y de Aparatos Clandestinos -predecesora de la CICIG-  muy descreído de las bondades de semejantes comisiones.  Empero, si fuera cierto que la Comisión es una oportunidad para fortalecer las instituciones y avanzar contra la impunidad, eso sólo sería posible bajo la luz de la transparencia y en un ambiente en el que el fin no justifique los medios.  No en uno que dependa de que los trapos sucios se laven en casa, ni en uno en el que un mediador eficiente detenga la autocrítica y cualquier proceso de discusión y rectificación pública de errores graves cometidos.

Hace unos meses, cuando prevalecian la condecendencia y el secreto sobre la CICIG, esta, su jefe y sus actuaciones eran incuestionables.  Excepto, claro, por parte de un pequeño grupo de críticos tenidos como parias por el establishment.  Hoy, sin embargo, el mismo Felipe habla de la erosión del prestigio de la CICIG, y los errores y los resbalones del excomisionado Carlos Castresana.

Juan Luis Font, cuate, también, se refiere, hoy, a los tormentos de la CICIG y a la pesada herencia que, a modo de lastre, digo yo, le dejó Castresana a su sucesor.  A Dall´anese le toca dar la cara frente a penosas derrotas frente a los tribunales, dice el columnista.  La mismísima Helen Mack -laureada internacionalmente- está teniendo sus que sí y que no con la Comisión y con el comisionado.  Y estoy de acuerdo con Font en el sentido de que este tipo de diferencias se discuten, no se acallan.

Otro columnista, Edgar Gutierrez, hace referencia al virus Castresana, a los vicios de Castresana y de su gente y a los casos chuecos que heredó el mismo Castresana y que podrían desplomarse como castillos de naipes en los tribunales.   Hace referencia a implantación de pruebas, coacción de testigos y otras prácticas.

¡Que lejos parecen los días en los que todo crítico de la CICIG y de su Comisionado eran señaladas de ser parte de una conspiración, o alguna forma de mercenarios!  Y que bueno que ya se pueden discutir el papel y la naturaleza de la Comisión y el desempeño de sus jefes.


11
ene 11

Ya en serio…la CICIG no investigará el bombazo

Los que visitan este espacio desde hace ratos recordarán que yo tenía dos objeciones principales contra la nonata Comisión Internacional de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad y contra su sucedáneo la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.  Advertía contra la costumbre de los guatemaltecos en el sentido de no resolver los problemas de fondo y abdicar a sus responsabilidades.  Advertía que -como sucedió durante el tiempo de Castresana- la CICIG sustituyera al Ministerio Público y que este nunca fuera ni independiente, ni eficaz.  Advertía, también, contra la posibilidad de que la CICIG se convirtiera en una especie de policía política que  actuara como la KGB, la Stasi y la Gestapo.

Algo de aquello ha ocurrido.  El MP y los tribunales de justicia se sometieron a la Comisión.  El jefe de la CICIG dijo que esta es como un tractor que pasa sobre cualquier cosa.  Y la Comisión tiende a ocuparse principalmente de casos de impacto político, olvidándose de que la impunidad de la delincuencia común y organizada deja un promedio de 15 muertes violentas al día.  Ni las mafias relacionadas con el narco, ni las mafias relacionadas con las maras llaman la atención de aquella policía política que actúa como tractor.

Esto se evidencia ahora que se conoció que la Comsión no investigará el bombazo contra un autobús extraurbano, ocurrido el 3 de enero pasado.   Parecería que esto es porque este no es un caso de impacto político.


12
nov 10

La toma de Guatemala, ¿está encaminada?

Los niveles de impunidad rebasan la capacidad de la Comsión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, dijo el miembro (¿o ex miembro?) de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, Ramón Cadena.  Y lo que dijo es muy importante porque la Cicig está enfrentando una crisis.

Como veo la cosa es que desde hace ratos hay grupos políticos muy interesados en pintar a Guatemala como un estado fallido. ¿Con qué propósito? Con el objetivo inmediato de que la comunidad internacional tome el control político del país y neutralice los procesos internos de construcción de una república basada en el estado de derecho; y lo sustituya por un mecanismo constructivista para establecer el socialismo, sin necesidad de acudir a los procedimientos democráticos.

La nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad en Guatemala fue el primer intento por tomar el control institucional del país.  Y fracasada esa instancia, la Cicig fue the second best.  Empero, los arquiectos del plan ya se están dando cuenta de que si su instancia no tiene los poderes plenos de una KGB, una Gestapo, o una Stasi, la cosa es cuesta arriba.  Porque los chapines no son tan ovejunos como parece.

Desde otra perspectiva, pero con similares efectos, la guerra perdida contra las drogas está haciendo otra parte del trabajo.  Una pleyade de regulaciones intrusivas, específicas y concretas está haciendo la labor de intimidar y neutralizar a la sociedad.

En La rebelión de Atlas, por Ayn Rand, el científico del estado, Floyd Ferris se lo explica así a Hank Rearden: ¿Realmente pensó que queremos que esas leyes se cumplan?..lo que queremos es que se dobleguen…Buscamos el poder y vamos directo a él.  Ustedes son sólo segundones.  Nosotros conocemos los verdaderos trucos y será mejor que lo admitan.  No hay forma de gobernar  a personas inocentes, porque el único poder que tiene cualquier gobierno es el de lanzarse violentamente contra los criminales…Se declaran delictivos tantos actos que es imposible que la gente viva sin quebrantar alguna ley…si uno dicta leyes que nadie puede respetar, que es imposible hacer cumplir y que no pueden interpretarse de manera objetiva, inmediatamente crea una nación de transgresores y, enseguida, se puede caer sobre los culpables.

De ahí que la Cicig y la guerra perdida contra las drogas demanden una legislorrea compleja y ambigua.  De ahí que ex miembros de la guerrilla y sus organizaciones en la sociedad civil sean tan entusiastas de la multimplicación de delitos y de criminalizar todo lo que se pueda.  De ahí que estén anunciando que la Cicig no es suficiente y que hace falta más, más y más.  Un tribunal de fuero especial, quizás, como lo dejó ver Cadena.

Y ni siquiera haría falta que hubiera un consentimiento ciudadano.  No.  Según Cadena, los políticos socialistas y sus burócratas que dominan el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas tendrían la facultad de imponerse, sin más.

Pero a la ONU hay que verla con cuidado; y a sus entusiastas les recomiendo tres libros muy buenos: ONU, historia de la corrupción, por Eric Frattini; El espejismo humanitario, por Jordi Raich; y Lords of Poverty: the Power, Prestige and Corruption of the International Aid Business, por Graham Hancock.

El tema de la toma de Guatemala ya está siendo discutido en serio.


17
oct 10

Stein, padrino de la Cicig, se queja

Eduardo Stein, el controversial vicepresidente de la administración de Oscar Berger, y uno de los padrinos de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, dice que aquella comisión se desbocó y criticó las investigaciones que está haciendo sobre las supuestas ejecuciones de siete reos durante la toma de control de la Granja Penal de Rehabilitación Pavón, y de otros tres que se habían fugado de la cárcel llamada El infiernito.
Yo tengo la impresión, y puede que me equivoque, de que cuando Stein y la administración Berger apadrinaron y le dieron la bienvenida a la Cicig, ni en sus sueños más ácidos se imaginaron que el monstruo que estaban creando se los iba a devorar.  Los monstruos, como el del doctor Frankenstein, o las revoluciones, son así: se devoran a sus padres.  Por eso es que no hay que crear monstruos, ni cultivar revoluciones.
Desde el momento de la concepción de la Cicig (y desde que se empezó a planificar su antecesora la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad en Guatemala) advertí contra dos peligros:
1. Que la Comisión se podía convertir en una especie de policía política todopoderosa al estilo de la KGB, la Gestapo, la Stasi y otras parecidas.
2. Que una vez más, y bajo la presión de la comunidad internacional, los guatemaltecos optábamos por no resolver los problemas de fondo, sino por hacer un chapuz y evadir la responsabilidad de fortalecer nuestras instituciones.
Eduardo Stein se queja, ahora, de que la Comisión esté siendo usada de forma política contra miembros del gobierno del que él era el segundo al mando; pero yo no recuerdo que se haya quejado porque esté siendo usada, de esa misma forma, en casos en los que él no está involucrado.
Hasta ahora, la Cicig ha manchado muchas reputaciones y ha fabricado verdades interinas de dimensiones novelezcas; pero nunca había sido usada contra sus padrinos y patrocinadores.  Esta, es una experiencia nueva.

15
jun 10

Cuestionar y analizar, ¿son conspirar?

Cuando se empezó a hablar de la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos y de Seguridad, que luego se convirtió en la Comisión Internacional Contra la Impunidad den Guatemala, advertí contra dos peligros:


1. Que cómo los guatemaltecos teníamos la costumbre de no resolver nuestros problemas, sino que, en vez de eso lo que hacíamos era darles vuelta a los asuntos, la Comisión iba a quitarnos responsabilidades e iba a minar la institucionalidad. Puse como ejemplos aquello de que como los Ministerios no funcionaban, en vez de hacerlos funcionar, lo que hacíamos era multiplicar los Fondos de Inversión; y que como estos no funcionaban, lo que hacíamos era idear los Comisionados (era el tiempo de los Comisionados, de Oscar Berger).

2. Que la Comisión podía convertirse en una especie de policía política que -al estilo de la KGB, la Stasi, o la Gestapo- iba a servir para neutralizar a los críticos del establishment.

…y ojalá que las cosas no estén apuntando hacia esa dirección.

Por un lado, llama la atención que luego de la renuncia de Carlos Castresana, y luego de su sentencia en el sentido de que Guatemala no tiene remedio; ha cundido el pánico. En la calle ya se da por hecho que si se va Castresana, nos quedamos huérfanos. Se habla, otra vez, de un estado fallido y el mensaje que circula es que todo está perdido. ¡Hasta escuché que debería haber una intervención directa de la Organización de las Naciones Unidas en el país!

Los chapines hicimos lo mismo de siempre: en vez de fortalecer política y presupuestariamente al Ministerio Público, al Organismo Judicial y a la Policía Nacional Civil, nos buscamos un superhombre, y ahora que se nos va, nos quedamos sin el mico y sin la montera.

Acostumbrados al caudillo, al pastor y al líder, el asunto está tan personalizado que toda discusión se centra en la persona de Castresana; y se pasa por alto que la Comisión seguirá su trabajo. Y peor aún, hemos abierto la puerta para que sí los guatemaltecos no hacemos exactamente lo que quieren la Cicig y el establishment -digamos que si no elegimos a los funcionarios que ellos quieren y como ellos quieren- corremos el riesgo de que nos cuelguen un sambenito.

Por otro lado, también llama la atención que empieza a ocurrir que cuestionar y analizar las hipótesis de Castresana -y de la Cicig- puede ser interpretado como conspiración. Empieza a ocurrir que si un politólogo, un columnista, o cualquiera persona comparte su opinión sobre las hipótesis de la Cicig, o sobre el trabajo de Castresana, o sobre el trabajo de la Comisión, esa opinión y su responsable pude ser convertido en pieza de una conspiración. Así como el tema de la corrupción en algunos bancos desapareció del radar de la opinión pública, luego de la persecución contra el twittero @Jeanfer en mayo de 2009; así es como toda disidencia con respecto al trabajo de la Cicig y al de Castresana van a ir desapareciendo. Cuando la Comisión y el establishment hayan tratado de desprestigiar y de intimidar a dos, o tres politólogos, columnistas y analistas, ¿quién quedará con ganas de expresarse libremente acerca de las hipótesis y el trabajo de la Cicig y de Castresana o sobre el papel que juega, en todo esto, el establishment?

En Venezuela, Hugo Chávez y sus esbirros están utilizando instrumentos de la ley ordinaria para silenciar las expresiones críticas, o disidentes. Ojalá que eso no ocurra por aquí cuando politólogos, columnistas y analistas, entre otros, traten de expresar puntos de vista y de contribuir a entender los fenómenos sociales y políticos por los que está pasando el país. Ninguna república sana puede desarrollarse en un ambiente en el cual las personas teman expresarse, por miedo a ser señaladas como parte de conspiraciones ciertas, o inventadas.

La libertad de expresión es fundamental; no sólo para el desarrollo de la República, sino para la buena salud de todas las demás libertades.

Si le interesa el tema, vea: Libertad coartada; y Chávez´s Prisoners.

11
ene 08

¿Qué se trae Stein?

De todos los funcionarios de la administración Berger, uno de los que de verdad no tiene un pelo de tonto es el comandante Stein. Por eso llama la atención que el Vicepresidente vaya a pedrile a Carlos Castresana, jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), que investigue la estafa a los inversionistas del Banco de Comercio, porque hay indicios de que un grupo “conspiró para quedarse ilegalmente con el dinero”.

Despúes de todos los enredos con la Ciciacs y la Cicig, yo había entendido que esta iba a ocuparse de cosas como las violaciones a los derechos humanos cometidas por parte de funcionarios y de personajes poderosos ligados al gobierno; y de delitos cometidos por grupos paralelos como guerrillas, escuadrones de la muerte, y otras mafias parecidas.

Sin embargo, Stein pretende que la Cicig se ocupe de un caso que no está relacionado con el ejercicio del poder; sino con negocios mal hechos. Lo del Banco de Comercio más parece algo común que debería ser tarea del Ministerio Público, y no algo para distraer a la Cicig.

Yo digo que Stein se trae algo entre manos…porque estas cosas, no son por casualidad.


19
oct 07

La defensa de las minorías

“Es un pequeñísimo grupo de la población”, dijo el vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein al desestimar la impugnación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala hizo la Liga Pro Patria, en la Corte de Constitucionalidad.

Talvez olvida el Comandante que precisamente, una de las más importantes funciones del gobierno y de organos como la Corte de Constitucionalidad es proteger a las minorías contra lo que Alexis de Tocqueville llamó La tiranía de las mayorías.

Quizás, Stein debería recordar que la minoría más pequeña es la minoría de uno; y que la CICIG no es sino la abdicación del estado de Guatemala a su facultad de gobernar. Una abdicación que, si fuera sometida a consulta popular, haría que su administración fuera el hazmerreir del mundo civilizado.


28
jul 07

Gusanos, cangrejos y momios

“El rechazo de la CICIG oculta gusaneras”, dijo el el vicepresidente Eduardo Stein, cuando se enteró del dictamen desfavorable que recibió la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, por parte de la sala de Relaciones Exteriores en el Congreso de la República.

La frase escogida por el funcionario es emblemática, porque “¡Denle duro a los gusanos!” fue la orden que les dio Fidel Castro a los atletas cubanos que se aprestaban a viajar a Jamaica, para participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, a principios de los años 60. A partir de ahí, “romperles las cabezas y los huesos a los cubanos exiliados sería el leitmotiv más allá de competir y de ganar”.

Desde entonces, el de gusanos ha sido el calificativo con el que los esbirros de aquella dictadura se refieren a los exiliados cubanos en el exterior.

Luego del fracaso de la inconstitucional Comisión de Investigación de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad; e incapaz de convencer sobre las bondades de su sustituta, la CICIG, esta administración se ha dado a la tarea de desprestigiar a quienes nos oponemos a la citada Comisión.

Lo cierto es que la Comisión es inconstitucional y que esta administración desperdició sus cuatro años de fama negociándola y empujándola, en vez de haber hecho lo que correspondía.

En vez de abdicar a su obligación de garantizarnos a los habitantes de la República, la vida, la libertad, la justicia y la seguridad, esta administración se dedicó a gerentear privilegios por medio del presupuesto del Estado.

Nunca atendió la sugerencia de proporcionarles suficientes apoyo presupuestario y político, al Ministerio Público, a la Policía Nacional Civil y al Organismo Judicial. Se le fueron cuatro años con la necedad de la CICIG, y las mafias sembradas durante la administración de Alfonso Portillo y del FRG crecieron lozanas durante la de Berger.

La respuesta para una lucha efectiva contra la impunidad y contra las mafias, no estaba en doblar la cerviz frente a la ONU, la Unión Europea y los EUA; sino en fortalecer el estado de derecho. No estaba en forzar una comisión de características proconsulares, sino en cumplir y en hacer que se cumplieran las leyes. No estaba en limosnear y alegar incapacidad; sino en apoyar con capacitación, presupuesto y respaldo político a los jueces, a los fiscales y a los policías honrados.

Ahora que es tarde y que se les fueron sus cuatro años, no es raro que el comandante Frank La Rue ande afligido porque algunos políticos gringos se vaya enojar porque los chapines no aceptamos la CICIG, y no es extraño que Stein ande en iguales circunstancias. ¡¿Qué podría espantar más a estos personajes que no volver a ser invitados a la celebración del 4 de julio?!

Esta administración no sólo perdió la oportunidad que tuvo para ponerles un alto a las mafias; sino que les ha servido el país en bandeja de plata. Y ahora que corre contra el tiempo, al Comandante no se le ocurrió más salir con lo de las gusaneras.

El truco, claro, es más viejo que la maña de pedir fiado. Allá por los años 40, y sobre todo durante la presidencia de Juan José Arévalo, a aquellos que se oponían a los designios de la revolución chapina se les llamaba cangrejos, con desprecio y para desprestigiarlos. Y más recientemente, en tiempos del chileno Salvador Allende, los partidarios de la revolución llamaban momios a quienes se oponían a los planes de la alianza Allende-Castro. Con humor siniestro decían: “Los momios al paredón, y las momias al colchón”.

A lo largo de la historia, gusanos, cangrejos y momios han sido las víctimas de aquellos que con arrogancia fatal, o con descaro total, han pretendido imponer sus criterios, no por la razón y la persuasión, sino por la vía de la falacia ad hominem y del paredón. Y eso debería parecernos inaceptable.

Publicada en Prensa Libre el sábado 28 de julio de 2007


2
jun 07

Secreto y prisa

El Congreso de la República fijó un plazo para que su Comisión de Relaciones Exteriores dictaminara para la creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala; pero con buen tino, la Comisión se lo ha tomado con calma.

La prisa es sospechosa porque en un Congreso en el que se entretiene la nigua, aún en el caso de piezas de legislación de alguna importancia, ahora resulta que hay que acelerar la aprobación de la CICIG. Es sospechosa, pero no extraña porque detrás de las exigencias en torno a la citada comisión están la Organización de las Naciones Unidas y toda la fuerza extorsionista de los “países amigos de Guatemala”. Ya los oigo decir: “Si no aprueban la CICIG, ya no les damos ayuda”.

En aquella dirección hay dos características que han marcado a esta comisión desde su engendro: la primera, fue el secreto absoluto en el que se mantuvo el acuerdo entre la ONU y el gobierno. El sigilo era para evitar que el texto fuera conocido, y por lo tanto, discutido por los guatemaltecos. Los promotores habían aprendido, después del fracaso de la Comisión Internacional de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad, que airear los defectos del acuerdo y de la comisión, iba en contra de sus intereses.

Aunque el acuerdo ya había sido depurado de las inconstitucionalidades que habían hecho inviable a la CICIACS, los promotores no consideraron que la transparencia fuera prudente hasta no estar seguros en la Corte de Constitucionalidad.

La segunda, ha sido esta prisa por conseguir que el acuerdo sea aprobado por medio de la ley correspondiente. En parte esto es para evitar que continúen las discusiones sobre la comisión; pero en parte, también, es porque las cosas hay que hacerlas en caliente. No vaya a ser que alguien empiece a hacer preguntas incomodas.

Una de esas preguntas es que, si el objetivo de la CICIG es “determinar la existencia de cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos, su estructura, formas de operar, fuentes de financiamiento y posible vinculación con entidades o agentes del estado y otros sectores que atenten contra los derechos civiles y políticos en Guatemala”, ¿qué, exactamente, son un cuerpo ilegal de seguridad y un aparato clandestino de seguridad?

“La existencia de estructuras como las que investigará la CICIG significa un serio obstáculo para el respeto por los derechos humanos y el estado de derecho en Guatemala”, dijo Nicholas Howen, Secretario general de la Comisión Internacional de Juristas, en un documento que repite y repite la frase, sin especificar, nunca, a qué es lo que se refiere exactamente. Y el acuerdo firmado por la ONU y el gobierno chapín, hace lo mismo. Nadie aclara qué son un cuerpo ilegal de seguridad, o un aparato clandestino de seguridad.

Con una puerta así de ancha, ¡¿qué no cabe ahí?! Este es el tipo de cosas que la ONU, el gobierno, y los “amigos”, deben definir y transparentar antes de que el acuerdo sea aprobado para su discusión en el Congreso.

Otra ventana abierta peligrosamente, es la de los privilegios que crea el acuerdo, y los que pudiera crear la ley de la comisión. En su anterior versión el acuerdo exoneraba de impuestos a los ejecutivos chapines que trabajaran en la comisión. Ese abuso no está incluido en el nuevo acuerdo y se limita sólo para el personal extranjero, según las prácticas internacionales; ¡pero tampoco está expresamente excluido! De modo que, ¿qué les impediría a algunos diputados serviles “quedar bien” y restaurar aquel privilegio de no pagar impuestos?

Casi no hay día de Dios en el que no salga algo sobre la CICIG en alguno de los diarios del país; y la presión, para los diputados, ha de ser grande. Pero también es grande su compromiso con el estado de derecho, con los electores y los tributarios. En vez de crear un nuevo elefante blanco; ¿no sería mejor hacer que funcionen las instancias que ya existen tales como la policía, los tribunales de justicia y el Ministerio Público?

Publicada en Prensa Libre el sábado 2 de junio de 2007.


19
may 07

Cicig, no plis

En esta semana me llamó mucho la atención que el Vicepresidente de la República y el Procurador de los Derechos Humanos “¡urgieran a la creación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala!”; y se me hizo evidente que ambos temen que el Congreso no apruebe aquella instancia.

En días recientes la Corte de Constitucionalidad opinó que el proyecto de creación de la Cicig no es ilegal y esto abrió paso para que aquella propuesta sea discutida en el Parlamento.

Para los que llegaron tarde, como se decía en las tiras cómicas de El fantasma, la Cicig es una comisión que la Organización de las Naciones Unidas y “los países amigos” de Guatemala están tratando de forzarnos a aceptar. Su objetivo principal es “determinar la existencia de cuerpos ilegales de seguridad y aparatos clandestinos, su estructura, formas de operar, fuentes de financiamiento y posible vinculación con entidades o agentes del estado y otros sectores que atenten contra los derechos civiles y políticos en Guatemala”.

Como era de suponerse, los promotores de la Cicig han acusado a aquellos que nos oponemos a ella de ser miembros, o ser financiados por aquellos cuerpos ilegales y clandestinos. La falacia es absurda, pero no es nueva. Es común, entre los chapines, que si uno escribe contra el monopolio de la educación pública, a uno lo tachen de defensor del analfabetismo; y que si uno advierte contra las imprecisiones de las ideas prevalecientes sobre el calentamiento global, a uno lo tilden de enemigo de Bambi.

La Cicig es sucesora de la difunta Comisión de Investigación de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad. Este engendro venía de la ONU plagado de inconstitucionalidades y de privilegios para sus ejecutivos y por eso fue rechazado. La Cicig superó aquellos obstáculos, pero su texto fue mantenido en secreto por sus promotores para que no pudiera ser conocido por los guatemaltecos antes de que aquellos estuvieran listos para “hacerla pasar” sin discusiones ni contratiempos.

Sin embargo, la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, que no desconocía los vericuetos por los que había pasado el proyecto, se curó en salud y sometió el texto al análisis de la Corte de Constitucionalidad y resultó que este ya había sido saneado. De esa cuenta es que el tema regresó al Legislativo y ahora ese organismo tiene en sus manos preguntarse, en serio, si en realidad necesitamos la Cicig.

Mi hipótesis es que no la necesitamos. La primera vez que entré en contacto con la Ciciacs/Cicig pensé que, como tradicionalmente en Guatemala no han funcionado los ministerios, entonces creamos fondos sociales. Y como la cosa sigue sin funcionar, creamos los comisionados; y cuando estos fracasan también, entonces pasamos a hacer otra cosa.Así nos está pasando con el combate a la impunidad. No sólo con la de los cuerpos ilegales y clandestinos de seguridad, sino con la del crimen organizado, la de la corrupción de los funcionarios y en general con el incumplimiento de los contratos. Como el Ministerio Público no funciona y como las leyes no son respetables, pues engendramos la Cicig, o la Ciciacs, o lo que sea.Sostengo que hay un patrón en esta forma de conducta; y lo ilustro con algo que escribió Thoreau: “por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces.”

En Guatemala necesitamos fortalecer las instituciones que hay, hacer que se cumplan las leyes que hay. No es cuestión de hacer más oficinas y de hacer más comisiones, o de hacer leyes comos si fueran salchichas.

Talvez es hora de decirles a la Organización de Vacaciones Unidas y a “los países amigos” que gracias, pero no gracias. Y que para cambiar vamos a hacer las cosas bien. Y si no las vamos a hacer bien, de todos modos, ¿para qué queremos una nueva versión de aquella Minugua que tantos malos recuerdos nos dejó?

Publicada en Prensa Libre el sábado 19 de mayo de 2007


9
mar 07

Dirigencia popular al servicio de los yanquis

Uno de los objetivos de la visita de George W. Bush, a Guatemala, es empujar la aprobación de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), iniciativa que respalda su gobierno. Esto es, en parte por el interés que tiene por los derechos humanos, y en buena parte, también, porque es un componente importante de su guerra contra las drogas.

Así que la dirigencia popular que apoya la citada Comisión, termina sirviendo a los intereses de los yanquis que tanto dice despreciar. Por eso es que se dice que nadie sabe para quién trabaja.

Ahora bien, desde el punto de vista de defensa del estado de derecho (que es el mejor garante de los derechos individuales), es muy malo que el presidente del país más poderoso del mundo y su gobierno vengan a presionar para la aprobación de algo como la CICIG (sucesora de la inconstitucional CICIACS); sobre todo en el preciso momento en que el texto legal para la aprobación de la misma se halla en la Corte de Constitucionalidad con el objetivo de que aquel alto tribunal emita su opinión en cuanto a la viabilidad constitucional del mismo.

La Corte, por supuesto, no debería ser sometida a presión alguna para dictaminar; y en ese sentido se ha manifestado muy acertadamente el columnista Eduardo Mayora: “En las actuales circunstancias estimo particularmente importante que tanto el Ejecutivo, como también los amigos y los detractores de esta iniciativa, dejen la resolución del problema en manos del Tribunal Constitucional sin pretender ejercer presiones de ningún tipo. Ese sería, me parece, el mejor tributo que podría rendirse a lo que queda de institucionalidad en la República, como también la aceptación respetuosa del dictamen que tendrá que emitirse (mejor meditadamente que con prisas). Es conveniente recordar que de los responsables de la administración de justicia no se espera que sean infalibles, sino imparciales, prudentes y justos en cuanto a los problemas que analizan y resuelven”.


14
feb 07

Cicig, la KGB chapina

Con mucha esperanza leo que “pese al cabildeo intenso que realizan los funcionarios del Ejecutivo sobre dos proyectos de ley, la aprobación parece ir cuesta arriba. Propuestas como el proyecto que crea la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (Cicig); y el Estatuto de Roma sobre la adhesión del país a la Corte Penal Internacional son proyectos que generan desacuerdos entre las bancadas”. No pongo enlace porque no lo encontré en el sitio Web de El Periódico.

Para los que llegaron tarde, la Cicig es la sucesora de la Ciciacs; entidad que se pinta no sólo como la Stasi, la KGB, o la Gestapo chapina; sino que es un ejemplo clarísimo de cómo es que otros países intervienen para imponer sus agendas.

Como este es un tema que puede acarrear malentendidos, de buena y de mala fe, aquí va lo último que he escrito al respecto:

En la clandestinidad, a oscuras y por temor a un saludable y transparente debate público sobre su naturaleza y sobre su legitimidad, fue negociada la creación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, por la Organización de las Naciones Unidas y la Administración de Oscar Berger.

La Cicig, es la sucesora de la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos. Por eso se entiende que la ONU y la Administración, hayan llevado a cabo aquellas negociaciones al amparo del secreto y de las sombras.En 2004 los guatemaltecos repudiamos la formación de la Ciciacs porque era inconstitucional. Por ejemplo: usurpaba del Ministerio Público la facultad de ejercer la persecución penal; y violaba el principio de igualdad de todos ante la ley, al crear privilegios tributarios y procesales para sus funcionarios.La inconstitucionalidad, la usurpación y la multiplicación de privilegios fue lo que motivó a muchos a oponerse a la creación de la Ciciacs.

Nadie, en su sano juicio, se va a oponer a la eliminación de los cuerpos ilegales y a los aparatos clandestinos; y nadie, con dos dedos de frente, se va a oponer al combate contra la impunidad. Pero esas batallas deben ser libradas dentro del marco del estado de derecho y no a su costa. Este principio era válido para rechazar la Ciciacs y es válido para evaluar la Cicig. ¡A los cuerpos clandestinos y a la impunidad que pudren el estado hay que acabarlos; pero no con una Stasi, una KGB, o una Gestapo!

Ahora que la negociación entre la ONU y la Administración chapina es un hecho, nos vamos enterando de que la Cicig podrá recabar, evaluar y sistematizar información oficial y privada; de que podrá publicar informes y de que podrá exigir la aprobación de leyes especializadas, entre otras facultades. Está por verse si los guatemaltecos nos sentimos cómodos con un procunsulado de esa naturaleza; y si así fuera, habría que asegurarse de que sus funciones sean hechas, ¡por lo menos!, con respeto a las garantías constitucionales y de forma proba.Digo esto último porque una de las cosas que más llaman la atención es la candidez de aquellos que, haciendo caso omiso de los escándalos de corrupción que involucran al hijo de Koffy Annan y los que envuelven a la Organización Internacional de Migraciones, ven en la ONU y en los organismos internacionales a ángeles puros, radicalmente diferentes a los burócratas venales criollos. Suponen, los inocentes, que en nuestra incapacidad de cuidarnos a nosotros mismos, los chapines necesitamos de niñeras y capataces extranjeros para salir adelante. ¿Usted que cree?

Por lo pronto, y de acuerdo con dos exconstituyentes (Molina y Linares), y un exmagistrado de la Corte de Constitucional (Rohrmoser), la Cicig no viene exenta de peligros. Algunos son de procedimiento como el traslape de funciones con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con el Ministerio Público; pero otras son de fondo como la posible violación de la confidencialidad y la privacidad de las personas y la inmunidad frente a daños a terceros que pudieran cometer los funcionarios de la Comisión, entre otras.El futuro de la Cicig pasa ahora a manos del Congreso de la República donde su discusión debe ser serena. No sólo evaluando las ventajas de doblar la cerviz frente a la ONU y las embajadas “amigas”; sino sopesando los costos en el largo plazo, principalmente para la constitucionalidad y el estado de derecho.


16
dic 06

En clandestinidad

1. En la clandestinidad, a oscuras y por temor a un saludable y transparente debate público sobre su naturaleza y sobre su legitimidad, fue negociada la creación de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, por la Organización de las Naciones Unidas y la Administración de Oscar Berger.

La Cicig, es la sucesora de la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos. Por eso se entiende que la ONU y la Administración, hayan llevado a cabo aquellas negociaciones al amparo del secreto y de las sombras.

En 2004 los guatemaltecos repudiamos la formación de la Ciciacs porque era inconstitucional. Por ejemplo: usurpaba del Ministerio Público la facultad de ejercer la persecución penal; y violaba el principio de igualdad de todos ante la ley, al crear privilegios tributarios y procesales para sus funcionarios.

La inconstitucionalidad, la usurpación y la multiplicación de privilegios fue lo que motivó a muchos a oponerse a la creación de la Ciciacs. Nadie, en su sano juicio, se va a oponer a la eliminación de los cuerpos ilegales y a los aparatos clandestinos; y nadie, con dos dedos de frente, se va a oponer al combate contra la impunidad. Pero esas batallas deben ser libradas dentro del marco del estado de derecho y no a su costa. Este principio era válido para rechazar la Ciciacs y es válido para evaluar la Cicig. ¡A los cuerpos clandestinos y a la impunidad que pudren el estado hay que acabarlos; pero no con una Stasi, una KGB, o una Gestapo!

Ahora que la negociación entre la ONU y la Administración chapina es un hecho, nos vamos enterando de que la Cicig podrá recabar, evaluar y sistematizar información oficial y privada; de que podrá publicar informes y de que podrá exigir la aprobación de leyes especializadas, entre otras facultades. Está por verse si los guatemaltecos nos sentimos cómodos con un procunsulado de esa naturaleza; y si así fuera, habría que asegurarse de que sus funciones sean hechas, ¡por lo menos!, con respeto a las garantías constitucionales y de forma proba.

Digo esto último porque una de las cosas que más llaman la atención es la candidez de aquellos que, haciendo caso omiso de los escándalos de corrupción que involucran al hijo de Koffy Annan y los que envuelven a la Organización Internacional de Migraciones, ven en la ONU y en los organismos internacionales a ángeles puros, radicalmente diferentes a los burócratas venales criollos. Suponen, los inocentes, que en nuestra incapacidad de cuidarnos a nosotros mismos, los chapines necesitamos de niñeras y capataces extranjeros para salir adelante. ¿Usted que cree?

Por lo pronto, y de acuerdo con dos exconstituyentes (Molina y Linares), y un exmagistrado de la Corte de Constitucional (Rohrmoser), la Cicig no viene exenta de peligros. Algunos son de procedimiento como el traslape de funciones con el Ministerio de Relaciones Exteriores y con el Ministerio Público; pero otras son de fondo como la posible violación de la confidencialidad y la privacidad de las personas y la inmunidad frente a daños a terceros que pudieran cometer los funcionarios de la Comisión, entre otras.

El futuro de la Cicig pasa ahora a manos del Congreso de la República donde su discusión debe ser serena. No sólo evaluando las ventajas de doblar la cerviz frente a la ONU y las embajadas “amigas”; sino sopesando los costos en el largo plazo, principalmente para la constitucionalidad y el estado de derecho.

2. Mojito peligroso: Fidel está en las últimas; y llama a Raúl y le dice: “Raúl, estoy preocupado por el futuro de nuestro pueblo. Si me muero, ¿crees que te seguirán como líder?” A lo que Raúl contesta: “Si Fidel, no lo dudes ni un momento”. Y Fidel pregunta: ¿Y si no te siguen?” Entonces Raúl contesta: “Te prometo que entonces te seguirán a ti”

Publicada en Prensa Libre el 16 de diciembre de 2006


29
nov 06

La Stasi chapina

Los textos secretos que darán vida a la Comisión para la Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (Ciciacs) fueron enviados por la Organización de las Naciones Unidas y ayer fueron conocidos en el gabinete de la administración de Oscar Berger. Se espera que en dos semanas el canciller Gert Rosenthal se presente a la ONU para firmar el convenio de creación de la Stasi guatemalteca.
Los textos no han sido dados a conocer deliberadamente en Guatemala y son mantenidos en absoluto secreto. Mi hipótesis es que esto es porque son impresentables. En 2004, en un gran debate de opinión pública, los guatemaltecos rechazamos la Ciciacs tal y como había sido concebida. Empero, los intereses creados alrededor de aquella Gestapo insisten en darle vida y para evitar su discusión pública y un posible nuevo repudio, los textos son mantenidos en secreto.
El texto anterior contenia vicios inaceptables. Yo opino -independientemente de si la KGB chapina debería ser aprobada, o no- que en aras de la transparencia los textos deberían ser dados a conocer inmediatamente para conocimiento de los votantes y de los tributarios.










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