Hace un rato regresé de dar un paseo por el área de Coatepeque. Fue un fin de semana extraordinario en el que conocía gente buenísima y comí cosas deliciosas como miel de garbanzos, pan de leche y pan de huevo, los mejores aguacates del universo, caldo de gallina de patio, atol de maíz negro y jengibre, crema de elote, tacos de cerdo, hígado fresco, tortillas del comal, horchata y otras maravillas.
Lo mejor, sin embargo, fueron las historias que escuché durante estos dos días y que, seguramente, iré relatando algunas poco a poco en este espacio.
El pelo en la sopa, sin embargo, fue la atorazón de tráfico que encontré justo antes del peaje de Marnhos en la autopista al Pacífico. Lo peor de todo es que uno va a caer a esa trampa luego de que ya ha pasado por el desvío a la carretera vieja y por el desvío hacia La Antigua, de modo que uno queda atrapado ahí, sin posibilidades de escape inmediatas.
Afortunadamente justo antes de llegar al peaje pude regresar y volver por Alotenango, Ciudad Vieja y La Antigua, sólo para caer en una nueva trampa justo después de San Lucas Sacatepéquez.
Pregunto: ¿No será posible que a los responsables de estas tonteras no les de por arreglar todos los ingresos a la ciudad capital al mismo tiempo? ¿No será que a los responsables de las carreteras y a los propietarios de la autopista no se les ocurre avisar que habrá atorazón antes de que uno pase por los desvíos que podrían aliviar la situación?
Afortunadamente yo venía en la mejor compañía y por fortuna el fin de semana había sido tan bueno, que las colas de más de tres horas no lograron estropearlo.