Ayer tuvimos un espectáculo muy bonito. Justo frente a mi ventana estaba lloviendo intensamente en el Sur de la ciudad, mientras que el sol brillaba hermoso en el Norte; de modo que se veía perfectamente la línea a partir de la cual caía la lluvia.
La lluvia estropeó un poco las festividades previas al 15 de septiembre; pero al final no fue obstáculo.
Ayer, en la mañana, un insecto dispuso reproducirse en la ventana de mi cocina. El sujeto me recuerda a una mantis y se pasó toda la mañana y parte de la tarde depositando sus huevecillos y adhiriéndolos al vidrio. ¡Tenía ojitos, y me veía mientras la fotografiaba y mientras yo preparaba el arroz con pollo para el almuerzo!
No es la primera vez que ocurre esto. Como vivo junto a una zona boscosa, en noviembre de 2009 una palomilla dispuso hacer lo suyo en la ventana de mi sala. Los huevos de aquel insecto eran de un verde arveja, algo velludos y mucho más pequeños que los de la ¿pequeña mantis? Para hacer la historia corta aquellos huevos se pasmaron y nunca produjeron las orugas repugnantes que yo esperaba que salieran de ellos. La palomilla puso sus huevos en dos grupos de forma triangular; en tanto que la nueva inquilina los ha puesto de forma rectangular.
Con todo y lo que me repugnan los insectos, me gustaría que estos no se echen a perder (o mejor no, ¿verdad?) De lo que sí estoy seguro es de que me gustaría saber qué clase de insecto es. Ojalá un entomólogo vea la foto que publico y nos cuente de qué se trata.
Imagínate el árbol de Navidad natural más grande que hayas visto. Ahora multiplícalo por 100, o por 150. Salvando las distancias, así se vio -anoche- el cedro de mi vecino lleno de luciérnagas. Centenares, si no miles de pequeñas luces titilantes adornaban el árbol majestuoso. Uno se emboba cuando ve cosas así.
Mi cámara no da para tanto y no pude captar aquella belleza; pero vale la pena tratar de imaginarla. Es como algo salido de un cuento.
No es la primera vez que ocurre y en 2011 conseguí una foto en la que las luciérnagas se veían -aunque muy tenues- en el fondo negro del bosque; y en 2010 uno de esos animalitos llegó hasta mi balcón. Las luciérnagas siempre me han fascinado y me alegra muchísimo cuando puedo tener una, o varias en mis manos. ¿Será mucho pedir que una, o más visiten mi balcón este año?
De niño me maravillaba al verlas aparecer y desaparecer, y también me llamaba la atención lo dóciles que son. Uno puede tomar una y tenerla en la mano caminando durante bastante tiempo sin que alce el vuelo. Cuando era chico, l primera vez que tomé una creí que quemaba, pero claro que no y estaba fascinado con ella en mi mano.
La luciérnaga, por cierto, era el nombre un drive-in al que mis padres solían llevarnos los domingos para la cena. El local se hallaba donde hoy se encuentran las torres del Centro Financiero en la zona 4; y a mis hermanos y a mí, ¡cómo nos gustaba ir a ese lugar! El nombre le iba porque el área era oscura y árboles grandes, y la luz del drive-in se veía tenue entre la oscuridad. Y ahora, que ya no tengo la inocencia que tenía a los 9 años, pienso que debe haber sido interesante lo que ocurría en algunos de los automóviles que llegaban a buscar refugio en aquel ambiente escondido. Y pienso que les debe haber parecido fastidioso un auto con dos adultos divertidos y tres, o cuatro niños bulliciosos.
¡Me encanta ir a trabajar en bicicleta!…me acompañan los matilisguates y las jacarandas, y también las buganvilias de distintos colores; así como los pájaros y sus trinos.
Todo al suave ritmo del pedaleo.
Lo único que quisera que cambiara es que los automovilistas fueran menos agresivos y que tuvieran un poco más de cuidado con los que andamos en bicicleta.
El cedro de mi vecino se luce en estos días; y hoy que es el equinoccio de primavera es un buen día para celebrarlo. Ese árbol hermoso está lleno de vida. No sólo porque muestra sus hojas verdes y frescas; sino porque es habitado por ardillas y numerosas aves. ¡Cuántas aves! Lás más fáciles de identificar son las xaras y los pájaros carpinteros. Pero también hay una variedad que no conozco entre pajaritos rojos, amarillos con negro, y otros.
¿Sábes qué no había notado antes? Que se halla casi junto a otro árbol cuyas hojas despliegan un hermoso color azul/violeta.
Este año el tradicional y alegre día de campo en El zapotetuvo novedades: El lugar donde nos establecimos para el picnic olía a miel. ¡Qué cosa más maravillosa! Debe haber estado cerca de quién sabe qué panal enorme que olía deliciosamente a miel. Por un momento pensamos que eran flores -orquídeas como Encyclia baculus que huelen intensamente- pero no las hallamos por ningún lado y concluimos que era un panal.
El día se pasa plácido y suave en el jardín inglés de la finca. Comemos y bebemos bajo la sombra de un árbol frondoso. De cuando en cuando pasan amigos y conocidos a quienes da gusto saludar. Las chicharras y los pájaros se dejan oír cada vez que pueden.
Esta excursión anual, que se hace gracias al Museo Ixchel, siempre me la gozo mucho. El zapote una finca antigua en la que se cultivaba café en el siglo XIX; y ahora se dedica al del árbol del cual se extrae la quinina. Y esta es ingrediente importante para combatir la malaria y para hacer agua tónica, o Campari, entre otras cosas. La corteza de aquellos árboles es exportada a Alemania y allá es procesada y comercializada. Y ahora está la novedad de que uno puede alquilar alguna de las casas del lugar e ir a pasar ahí el fin de semana, por ejemplo.
Tres pájaros carpinteros llegaron a verme almorzar ayer. Ahí estaba yo, comiendo mis spaghetti a la boloñesa y mis peruleros migados cuando aquellos tres sujetos se posaron en el árbol de enfrente y me observaban. No les incomodó que los fotografiara; pero cuando me levanté para conseguir un close-up dos optaron por retirarse, mientras que este se dispuso a posar.
Como estaba almorzando con Mayra, Susette y Jose, sospecho que los pájaros deben haber dicho: Observemos a ese cuarteto de Homo sapiens.
Cuando me encuentro con estas aves no puedo evitar pensar en El pájaro loco o Woody Woodpecker, cuyas caricaturas (por Walter Lantz) yo solía ver cuando era niño.
Hoy leo que un grupo de organizaciones civiles, ornitólogos y observadores de aves intentan rescatar los loros de nuca amarilla (Amazona auropalliata) que son una especie en peligro de extinción.
A mí me gustan mucho los loros. En casa de mi abuela, Frances, había uno que se llamaba Arturo. Durante el día se mantenía en la entrada del garage y en el patio de servicio; y en las noches dormía en la lavandería. Arturo comía como loro y debajo de su estaca siempre había restos de tortillas, semillas y frutas. Yo le tenía algo de miedo; pero me fascinaba escucharlo hablar y me gustaba hacerele piojito; y cuando me ponía valiente me animaba a tocar su lengua.
Ahora no soy partidario de tener animales salvajes como mascotas y me gustaría que los loros, las tortugas, las guacamayas, y otros animales que están en peligro de extinción no desaparecieran. Por eso comparto con ustedes estas meditaciones de mi cuate, Enrique Ghersi, encantadoramente por mis cuates del equipo de New Media.
Me gusta como fluye el agua en esta presa, como pasa por las rejillas y como lleva su frescura y su fuerza. Me gustan el sonido y los brillos en el agua. Me fascina saber que se convertirá en energía, en riqueza y en bienestar. Me fascinan la teconología y la ciencia involucradas; y la filosofía que las hace posibles. Admiro a las mentes que son capaces de imaginar cosas así y de hacerlas realidad.
Y el premio a la mejor idea del trimestre es para: ¡La excursión de Thanksgiving a Los andes cloud forest! ¿Qué te digo? Buenos amigos, naturaleza exhuberante, comida magnífica, conversaciones fascinantes y divertidas, y alojamiento encantador.
Pues ahí está que a un grupo de amigos se les ocurrió que hicieramos este viaje para celebrar el Día de gracias. ¡Fue una idea estupenda! La finca es hermosa. Aunque es principalmente cafetalera, tiene algo de té, macadamias, hule y bosques nubosos inmensos. De hecho es una reserva natural. Tiene, además, una casa encantadora con todas las comodidades sin que pierda su carácter finquero con una mezcla de personalidades inglesa y chapina. El volcán Atitlán, majestuoso, te da la bienvenida.
Como era una fiesta familiar y de amigos llevámos nuestros propios alimentos. Sólo el desayuno lo preparaba en su totalidad el personal de la casa. Como el grupo era muy variado hubo migas extremeñas, lasagna, ensaladas variadas, panitos con tomate rallado y aceite de oliva, pavos, purés de papas y de camotes, pastel de Hanukkah, pays de pacanas y de manzanas, galletas de jengibre, arvejas, frijoles, huevos, queso de capas, chiltepes, tortillas de maíz y de papas, sandwichs y bueno…todo rico y hecho con cariño.
No te imaginas cómo me gozo este tipo de paseos. Una mañana escalamos senderos en busca de quetzales y vimos muchas aves, orquídeas, hongos, y todas esas maravillas que ofrecen los bosques nubosos tan llenos de vida, de sonidos, de aromas, de colores y de texturas. No vimos quetzales; pero aprendimos mucho entre las preguntas de los niños y las explicaciones de don Chus, nuestro guía. Vimos tucanetas, eso sí. Y Los andes es famosa porque abundan las Tangara cabanisi, que son unos pajaritos azules y preciosos. Otro día paseamos por el beneficio de café y paseamos por el río. Yo no me metí al río porque ya sabes que el agua fría no es mi ambiente favorito. El frío que sí aguanté fue el de la madrugada para ver el cielo…uno tan estrellado y claro que te cuesta identificar las constelaciones y asterismos.
En las noches hubo juegos de Pictionary y de mímica. Las conversaciones nos llevaron por todas partes, desde la cuestión de si comer mono es kosher, hasta temas de geología, agricultura, antropología, economía, antropología, política y otras frivolidades. Nuestro cuate el geologus admirabilis, Sam, fascinó a grandes y chicos.
Los andes, su gente y su ambiente fueron una experiencia muy enriquecedora. Gracias a Olga y Jaime por recibirnos, gracias a Lissa por reunirnos. Gracias a todos por un fin de semana inolvidable.
Don Chus nos condujo por el sendero y por el bosque nuboso, nos llevó por las faldas del majestuoso volcán Atitlán en busca de quetzales. Andábamos, este fin de semana, en Los andes cloud forest un lugar encantador.
Aunque no vimos a la celebérrima ave el paseo fue estupendo, temprano por la mañana, en un bosque exhuberante acompañados por trinos de quién sabe cuántas aves…incluidos los de los evasivos quetzales. Don Chus estaba muy comprometido con su misión y fue evidente que se sentía muy apenado porque los quetzales no se habían dejado ver.
El area incluye gran variedad de plantas y flores, de helechos, orquídeas, hongos y más.
No cabe duda de que noviembre es el mes de los celajes en Guatemala, y como me cuesta resistir la tentación de fotografiarlos y compartirlos todos. Este es el de hoy y encontré una canción para acompañarlo. Y, por cierto, no se quién es el autor. ¿Alguien sabe?
Noviembre es el mes de los celajes y de los atardeceres alucinantes en Guatemala. A veces son dorados, brillantes y encendidos; pero otras son así…oscuros, misteriosos, algo tenebrosos. El de ayer fue de estos últimos y con la cámara traté de captar sus matices.
¡Por esta columna publicada en El periódico, gané el Premio Charles L. Stillman 2013 para columna de periódico! Este es un concurso al que están invitados todos los profesores universitarios de América Latina y me siento muy honrado y agradecido porque ese artículo haya sido elegido.
El texto de la columna, titulada: Se muere el palo volador, dice así:
La presentación de la danza precolombina del palo volador está en riesgo debido a la escasez de pinos de más de 50 metros de altura en bosques comunitarios. Este hecho, culturalmente triste, expone una realidad que hay que reconocer: El sistema colectivista de protección de bosques no está funcionando y la clave está en la palabra comunitario. Lo que es de todos, no es de nadie; y por eso es que la gente derriba los árboles que son de todos para hacerlos leña.
Entre la tragedia de los comunes y la pobreza (que hace que la gente tenga que usar leña), las malas políticas económicas están acabando no solo con los árboles, sino con la riqueza cultural de la gente.
¿Sabes? Nunca he visto un palo volador de verdad; y por compromisos de trabajo no lo vi este año. Una vez vi uno de metal en el D.F. en México; pero no es lo mismo. En los años setenta fue puesto un palo volador allá por donde está la estatua de Tecún Uman al lado del zoológico La Aurora. Se lo usó y ahí estuvo por años. Lo veía todos los días porque por ahí pasaba el bus de mi colegio y siempre me llamaba la atención. Me impresionaba lo alto que era y me imaginaba a los voladores bajando de él, porque mi padre me había explicado para qué servía.
En Cubulco, este año usaron el palo de 2012 luego de inspeccionar que la humedad no hubiera dañado la base; y afortunadamente no se supo que hubiera accidente alguno. Yo espero ver el palo volador el año entrante.
Para proteger la naturaleza y la cultura hace falta sustituir el régimen colectivista que carece de reguladores de las acciones de las personas y el estatista que se basa en la fuerza, por uno compatible con la naturaleza de los seres humanos. Uno que produzca incentivos para el éxito y los beneficios; así como sanciones para el fracaso y los costos innecesarios. Nadie cuida mejor lo tuyo, que tú. H. Lepage explicó que la función social de la propiedad privada ha sido, siempre, la de asegurar el buen uso y la conservación de aquello que se considera como los bienes que en común hemos recibido como humanidad*. ¿Qué tal si probamos algo diferente para no seguir teniendo resultados tristes?
Este es el quinto Premio Stillman que recibo y estoy feliz como una perdiz.
Así caché a mi cacto y al volcán de Agua hace unos días. Acompañados por la albahaca. Como me disfruto estas mañanas claras en las que se lucen los colores, las formas y los aromas. Especialmente el del café. ¡Ricos días!
Así amaneció hoy por aquí, con dos arco iris junto al Volcán de Agua. El fenómeno me llamó mucho la atención porque los colores eran intensos y porque al estar junto al coloso -y sobre la ciudad- se hizo un amanecer como de cuento.
Cuando me desperté, hoy en la mañana, el cielo estaba de un rojo ígneo y fiero muy impresionante. En lo que fui a por mi cámara el rojo se convirtió en una paleta de rojos, anaranjados, amarillos, celestes y violetas. Pocos segundos después noté que desde el sur del valle una niebla particularmente espesa estaba cubriéndolo todo. Arboles, edificios y casas quedaron bajo el manto nuboso. Y todo ello ocurrió frente a mis ojos.
Ayer en la tarde una neblina espesa cubrió el valle de la ciudad de Guatemala. Vino de la Costa Sur y se movía rápido. A ratos dejaba pasar rayos de sol, sobre todo hacia el Norte antes de que llegara allá lo más denso del fenómeno. Con la neblina se acentuaron el frío y la humedad que ya había traído la lluvia. Fue una tarde sabrosa para te y champurrada con jalea de membrillo.
Así amaneció hoy y…¡que rico es amanecer con esas luces y esos colores! ¿Sábes de qué me acordé? De Give me the Splendid, Silent Sun, por Walt Whitman.
Give me the splendid silent sun with all his beams full-dazzling, Give me autumnal fruit ripe and red from the orchard, Give me a field where the unmow’d grass grows, Give me an arbor, give me the trellis’d grape, Give me fresh corn and wheat, give me serene-moving animals teaching content, Give me nights perfectly quiet as on high plateaus west of the Mississippi, and I looking up at the stars, Give me odorous at sunrise a garden of beautiful flowers where I can walk undisturb’d…
Hoy la luz del atardecer adquirió tonos de rojo, rosado y dorado. De repente la ciudad de Guatemala se vio envuelta en una luz sobrecogedora que se fusionó con los trinos de las aves y con los sonidos propios de la ciudad.
Carpe Diem significa Apodérate del día y resume bien mi visión del mundo. La libertad es el valor fundamental que guía mi vida y mis reflexiones en Carpe Diem. Vivo en Guatemala, un país que aún está por ser construido y en el que los derechos individuales y la igualdad ante la ley tienen una existencia precaria. Por eso, aquellos son mis temas favoritos para estos comentarios. Con todo y todo, este espacio existe al amparo del artículo 35 de la Constitución de la República; y del 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (por si acaso), en ejercicio de mi libertad de expresión. Me gustan la cocina, la lectura y la compañia de mi familia y de mis amigos. También me gusta pasar tiempo conociendo mi país y a su gente. Al perpetrar Carpe Diem -un espacio políticamente incorrecto- comparto con mis lectores algunas reflexiones y experiencias en busca de lo que es bueno, lo que es bello y lo que es pacífico. ¡Por la libertad y la razón!
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