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t=() Raul De La Horra | Luis Figueroa CARPE DIEM

Raul de la Horra


2
mar 14

¿Aló?…gracias a Raúl de la Horra

¿Alguna vez has sentido que un texto expresa perfectamente lo que tu hubieras querido decir?  Eso me pasó ayer con la columna de Raúl de la Horra, texto que me tomo la libertad de reproducir para uso, goce y disfrute de todos los que puedan valorarla:

Hay un síndrome chapín que quiero sacar a luz: la dificultad que tenemos, lo difícil que nos resulta, ser claros y directos. Sobre todo cuando llamamos por teléfono. El guatemalteco, cuando habla por teléfono, parece que sufre, durante largos quince segundos, antes de anunciar su identidad, un ataque de angustia. 

“¿Aló? (silencio). ¿Aló, quien habla? (silencio)” Del otro lado del auricular se escucha una respiración. De pronto, surge una voz: “¡Hola, mi estimadooo! ¿Don Raúl de la Horraaa? ¿Ya no me reconocés? (silencio) Te habla…Ricardooo” (¿Ricardo?) “¿Qué Ricardo?” (¡Conozco a cuatro Ricardos!) “¡Ricardo, hombreee, nos conocimos en casa de Fulano hace un mes, no te acordás?” “¡Ahhhhh, sí, Ricardo…!” 

¿Qué es esta manía de no explicitar el nombre al principio? ¿Y de suponer que todos tienen que reconocerlo a uno enseguida? ¿Qué diablos le pasa al guatemalteco que se tensa, se pone protocolario y solemne cuando hace una llamada? ¿Qué sucede en su cabecita para quedarse en blanco, con la palabra trabada en la boca? ¿Teme interrumpir? ¿Teme recibir una puteada? Quizás sean resabios de una cultura forjada a latigazos, es posible.

Voy a dar un consejo: diga usted su nombre completo, anúnciese, con voz clara y pausada: “Buenos días, aquí habla Fulano de Tal, nos vimos en tal sitio…” ¿Simple, no? Decir el nombre completo y recordar el contexto de la relación es una forma eficaz de afirmarse, de posicionarse, de establecer la identidad. No es complicado, nadie lo va a morder. Pruébelo y verá que se siente mejor. Y, por supuesto, también su interlocutor.


16
may 08

La industria del misal en acción

“¿Acaso no sabían que en este país los dogmas están cargados de explosivos, y que si uno no danza a los ritmos eclesiásticos corre el riesgo de ser arrojado a la hoguera?”, eso dice hoy, Raúl de la Horra; y no se por qué me recordó la homilía de Rodolfo Quezada el domingo pasado.

“Aprovechó para hacer un llamado a los fieles para que, a pesar de la crisis económica, no se olviden de dar su aporte económico a la Iglesia”, dijo el purpurado, cuya organización no paga impuestos, pero les pide a sus miembros que no dejen de sacrificarse por ella. ¿Se irán a la hogura los que no dan su aporte?

El Príncipe de la iglesia abordó el que parece ser su tema favorito y agitó el petate del muerto cuando dijo que “la explotación minera solo traerá más pobreza al país, ya que acabará con los mantos acuíferos y provocará enfermedades en la población”.

La industria del misal está en acción y no descansa. Primero pidiendo el apoyo económico de los pobres; y luego obstaculizando su desarrollo.









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