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t=() El Principito | Luis Figueroa CARPE DIEM

el principito


11
jun 14

Leyes y legislación…¿son plagas?

-Authority_of_Law-_by_James_Earle_Fraser

Quienes gustan de las leyes y las salchichas, no deberían ver cómo se hacen, le oí decir -varias veces- a mi maestro Manuel F. Ayau.   La semana pasada una amiga extranjera me comentó que en su país, cada vez que alguien quiere “mejorar” las cosas, recurre a buscar que sea aprobada una ley que obligue a los demás a actuar de acuerdo con el propósito de la ley. 

De ambas meditaciones me acordé hoy, que leí que en Guatemala existen más de 70 mil regulaciones de todo tipo (leyes, reglamentos, acuerdos y demás); y que, no obstante, los diputados siguen aprobando más y más leyes, muchas de ellas repudiadas por la opinión pública y la ciudadanía.  Asimismo, abundan las leyes con mano cargada, o leyes con nombres y apellidos, hechas al gusto del cliente.

Leí, también, que hay quienes creen que no hay ley perfecta, que los errores en las leyes son porque se las aprueba de prisa, que las inconstitucionalidades minan la integridad de las leyes,  y que muchas leyes traen doble intención. También leí que hay quienes creen que las leyes no se cumplen porque no hay quien las haga valer.

Está claro que hay una inflación de leyes.  Está claro que en Guatemala hay una impunidad generalizada que data de décadas.  Hubo gente que apoyó una ley específica contra el robo de celulares habiendo ya una ley general que prohíbe y castiga el robo.  Como no se hace valer esta última, aquella gente concluyó que lo que hacía falta era una ley adicional, sin resolver las causas de la impunidad.  ¿Alguien sabe cuál es la proporción de ladrones de teléfonos condenados, con relación al número de ladrones de otras cosas,  condenados?

Está claro que leyes absurdas como la del chaleco para los motoristas y la ley anticapuchas son el hazmerreír de la gente.  ¿Cuántos motoristas respetan la disposición de sólo parar detrás de otros automotores, y no al lado? ¿Ya viste que la mayoría de chalecos ya están tan sucios y raídos que los números empiezan a ser muy difíciles de identificar? ¿Hace falta una ley que obligue a los motoristas a cambiar sus chalecos, o a lavarlos con alguna frecuencia?

A todos los males señalados arriba añádele algo peor.  Lo que ha ocurrido con la ley no es novedad y ya lo había explicado Federico Bastiat en la primera mitad del siglo XIX: La ley se ha pervertido bajo la influencia de dos fuerzas radicalmente diferentes: el egoísmo falto de inteligencia y la falsa filantropía.  La ley ha sido convertida en instrumento de expliación y por lo tanto borra de las conciencias la noción de lo que es justo e injusto.  La perversión de la ley confiere preponderancia exagerada a la pasión política, a las luchas políticas y a la política propiamente dicha.

¡Parece que Bastiat viviera hoy entre nosotros!, ¿Sí, o no?  Y Bastiat nos da la clave para resolver el asunto: La fórmula para lograr el respeto de las leyes es que las leyes sean respetables.

¿No te convenció Bastiat? ¿Qué tal El principito? En el capítulo X de esa obra, por Antoine de Saint Exupéry, el Rey -monarca absoluto y universal- explica que la autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa.

La autoridad se fundamenta en la razón.  No en la fuerza; no en el capricho; no en el egoísmo irracional, o falto de inteligencia; y no en los votos que alguien haya recibido en un momento específico y circunstancias específicas que podrían haber cambiado.  La ley y la autoridad tienen que ser respetables para ser respetadas.

Dicho lo anterior, vale la pena profundizar: no todo lo que llamamos ley, es Ley.  El positivismo jurídico -una tradición maldita- y la ligereza de los medios de comunicación masivos le llaman Ley a casi cualquier cosa que cumple los procedimientos legislativos en el Congreso.  Pero si queremos entender mejor lo que nos está ocurriendo hay que cavar más hondo.

Las leyes, propiamente dichas,  son normas universales de conducta justa que son aplicadas a un número de casos futuros e igualmente a todas las personas que se encuentren en las circunstancias objetivas descritas en la norma, independientemente de lo efectos que la observancia de la norma producirá en una situación específica.  Esto se lo aprendí a Friedrich Hayek.  Tales normas no son marcos de conducta ni nada parecido; su propósito es proteger esferas individuales de acción permitiéndole a cada persona, o grupo organizado usar todos los medios posibles en la persecusión de sus fines particulares -siempre que no viole derechos ajenos, ¡por supuesto!- y evitar conflictos entre las acciones de las diferentes personas.  Por eso se dice que son normas generales y abstractas.  ¿Quieres un ejemplo?  Quien tomare, sin la debida autorización cosa, mueble, total o  parcialmente ajena, será sancionado con prisión de 1 a 6 años. La norma prohíbe el hurto y se los prohíbe a todos por igual.  No distingue entre tirios y troyanos, ni le importa cuál es el propósito del hurto.  Lo importante es que no debemos tomar cosas ajenas sin permiso…y si lo hacemos debe haber consecuencias.  Protegen derechos.

La legislación -que no es lo mismo que la ley- son normas que son aplicables solamente a personas específicas o que están al servicio de finalidades de los gobernantes.  Aunque pueden ser generales en diferentes medidas y pueden referirse a múltiples casos específicos, normalmente se transforman, o son mandatos específicos.  Eso también se lo aprendía a Hayek.  Tales normas suelen ser marcos de conducta de los cuáles no se puede salir el actor.  Establecen límites, u ordenan cursos de acción.  Otorgan permisos, o facultades. ¿Quiéres un ejemplo? Los conductores de motocicletas y motobicicletas deben usar chaleco de color anarajado con las siguientes características…bla, bla, bla.

La plaga legislativa, la inflación no es necesariamente de leyes, pero sí de legislación, que es una explosión nefasta de regulaciones que te dicen qué hacer y cómo hacerlo.  Que ropa debes usar cuando vas en ciertas ocasiones, qué medicinas puedes usar y cuales no, de qué color puedes pintar tu casa,  qué alimentos puedes consumir y cuándo, en qué debes utilizar parte de tu sueldo, y centenares de detalles más.

¡Hay que detener la inflación legislativa!  ¡Hay que detener la expoliación y el endeudamiento forzado!  Es absurdo y peligroso evaluar a los legisladores por la cantidad de legislación que producen.  ¡Nadie debería de tener la facultad de usar el poder de hacer legislación para beneficiarse de los demás!

Y de paso no está de más recordar algo que escribió Jaques Matter: Las leyes no pueden ser observadas cuando no sean buenas, y no pueden conseguirse buenas leyes sin tener buenas costumbres.

La ilustración es Authority of Law por James Earle Fraser CC BY 2.0


4
abr 13

“El principito”, y el teléfono móvil, dos motivos para celebrar

El principito, de Antoine de Saint-Exupéry cumple 70 años este sábado; y el teléfono móvil cumplió 40 años ayer.  ¡Yo celebro!

El principito es uno de mis libro favoritos; y me gustan -intensa y muy particularmente- los episodios del zorro y del rey.   Debido a un accidente, Saint-Exupéry estuvo en Guatemala, de ahí parte la hipótesis, de Jorge Carro, de que el Asteroide B 612 está inspirado en La Antigua.  En el asteroide hay tres volcanes y uno está activo, como en la Antigua, y a esa ciudad se la conoce como la de las perpétuas rosas, y el Principito tenía una rosa en su asteroide.  Saint-Exupery estuvo casado con Consuelo Sauncin, ex exposa de Enrique Gómez Carrillo.

La del móvil es una historia distinta.  Tuve mi primer ladrillo cuando salió en oferta que daban dos por el precio de uno; cuando todavía estaba vigente el monopolio de la telefonía celular, antes de la apertura de las telecomunicaciones.  Eran los tiempos en los que un teléfono móvil no era más que un teléfono móvil, en los que cobraban las llamadas entrantes, en los que el ladrillo se llevaba al cinto y en los que había que tener dos baterías.   Fuí el último de mis amigos en tener móvil.

Me alegra mucho celebrar dos maravillas tan distintas de los seres humanos.  Una de la literatura y otra de la tecnología; porque nuestras vidas serían menos buenas sin El principito, y sin los teléfonos móviles.


19
feb 13

Obama, a “soplar y hacer botellas”

Barack Obama demandó revivir la industria e instó al Congreso de su país a tomar acciones rápidas para hacer crecer la economía, crear puestos de trabajo y convertir a su país en un polo industrial.  Obama dice que lo que hay que hacer es sencillo:  lanzar centros industriales en todo el país, que tranformen regiones fuertemente golpeadas por la crisis económica; pidió invertir en institutos de innovación manufacturera; reiteró su idea de incrementar el gasto en infraestructura y creación de empleos. Pero…¿¡cómo no se le había ocurrido antes!?  Si era sólo cuestión de soplar y hacer botellas.

Obama continúa, así y para condena de la gran nación que tiene a su cargo, la fatídica herencia de Franklin Delano Roosevelt. El Presidente, ¿de verdad creerá que se puede ordenar la reactivación de la economía por medio del gasto público?

Tal vez Obama debería leer el capítulo de El Rey en El Principito y he aquí un fragmento para meditar acerca de si un Presidente debería demandar cosas como: ¡Que crezca la economía!

El único deseo del rey, era el de ser respetado. No toleraba entonces que se le desobedeciera en lo más mínimo. Pero… dentro de todo, daba órdenes razonables.

“Si ordeno-decía- a un general que se convierta en ave marina y éste no obedece, no sería culpa del general, sino exclusivamente mía”.

-Podría sentarme-suplicó tímidamente el principito.

-Ordeno que lo hagas-respondió el rey al tiempo que recogía parte del faldón de su manto de armiño.

El principito se preguntaba: “Sobre quiénes podía reinar el rey, siendo tan pequeño su planeta?”

-Sire…-le dijo- os pido perdón por preguntaos…

-Ordeno que me preguntes-contestó el rey apresurado.

-Sire… ¿Sobre qué reináis?

-Sobre todo-respondió el rey.

-¿Sobre todo?

Expresándose con gestos, el rey señaló su planeta, los otros y también las estrellas.

-¿Sobre todo eso?-preguntó el principito asombrado.

-Así es, sobre todo eso…-respondió el rey.

El principito se hallaba nada menos que frente a un monarca universal.

-¿Y las estrellas os obedecen?

-Claro que sí-dijo el rey- Acatan mis órdenes al instante. Detesto la indisciplina.

El principito estaba realmente maravillado. Si él hubiera detentado tal poder, habría podido ser testigo no sólo de cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o cien, o aún doscientas puestas de sol en un mismo día, sin siquiera necesitar desplazarse con su silla! Comenzaba a experimentar cierta melancolía al recordar a su pequeño planeta que había quedado abandonado y se animó a pedir una gracia al rey:

-Necesito ver una puesta de sol… Hazme el gusto… Ordena al sol que se ponga…

-Si ordeno a un general que vuele de flor en flor cual si fuera mariposa, que escriba una tragedia o que de pronto mutara en ave marina y no lo hiciera, quién estaría en falta, ¿él o yo?

-Vos-contestó el principito con tono seguro.

-Correcto. Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. La autoridad posee un primer sustento que es la razón-dijo el rey- De tal forma que si ordenas a tu pueblo arrojarse al mar, seguramente éste se inclinará hacia una revolución. Me creo con el derecho de exigir obediencia ya que mis órdenes están dentro de lo razonable.

 


28
jul 09

Autoridades sin autoridad

Hoy leo que, en Chimaltenango, comerciantes y religiosos celebraron la fiesta patronal a pesar de que la Municipalidad suspendió la celebración y no dio licencias, en prevención de la gripe A.
Y al leer eso me acordé de el Rey, en El Principito; y de sus meditaciones sobre la naturaleza de la autoridad. La Muni no otorgó permisos, pero los comerciantes instalaron sus ventas como de costumbre, y las procesiones ocurrieron como siempre porque la prohibición municipal no era razonable y en consecuencia se pone en evidencia que la autoridad municipal carece de autoridad para hacer cosas asi.
En el capítulo X de El Principito, por Antoine de Saint Exupéry, el Rey -monarca absoluto y universal- explica que la autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa.

El fenómeno de la existencia de numerosas autoridades sin autoridad es cada vez más común en Guatemala a todo nivel. ¿Quién puede reconocerles autoridad y tener algún tipo de respeto por los diputados que hacen escenitas como la que vimos hace un par de semanas? ¿Quién puede reconocerles autoridad y tener algún tipo de respeto por magistrados que durante 9 meses fueron incapaces de elegir un presidente entre ellos? ¡Ay Dios!, ¿quién puede creer que Alvaro San Nicolás tenga algún tipo de autoridad, aunque sea la autoridad.


16
jun 09

Niebla sobre el valle de Guatemala

Una niebla oscura y espesa amaneció sobre el valle de la ciudad de Guatemala. La niebla está localizada principalmente al sur; pero se mueve lentamente hacia el norte. ¿Tendrá que ver con los volcanes de Pacaya y Fuego? Ambos colosos lucen, ahora mismo, sendas columnas de humo.

El volcán de Fuego, por cierto, se halla entre el de Agua y el de Acatenango. El de Agua es el de la izquierda y que aparentemente se ve más alto. En las fotos, el que muestra la columna más galana es el de Pacaya.
La ciudad de La Antigua Guatemala queda casi entre Agua, Fuego y Acatenango; y por eso es que el escritor Jorge Carro tiene la hipótesis de que La Antigua, conocida como La ciudad de las perpetuas rosas, es el Asteroide B-612 de El Principito. Recuerde usted que el principito cultivaba una rosa en su asteroide y que en él había tres volcanes y que uno de ellos estaba activo. Antoine de Saint Exupéry, el autor de aquel libro, vivió en La Antigua.
Ya un lector nos lo aclara en los comentarios de esta entrada; la niebla esa es un fenómeno atmosférico común en el valle y se llama: Inversión.









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